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Toli Morilla

Solo de trompeta

Toli Morilla

Será cuestión de costumbre

Las dificultades de los músicos

Madrid, 2001. La casa en donde vivía era el resultado de la reforma de un amplio piso burgués en el que se construyeron tres pisos modestos divididos por tabiques de ladrillo barato y carga arenosa. En una ocasión, taladrando la pared de una de las habitaciones, la broca se introdujo el salón del vecino sin que yo me enterara hasta el día siguiente cuando protestó.

Era verano en la Calle Embajadores. Llevaba un par de semanas viviendo allí y preparaba unas canciones inéditas para estrenar en el Rincón del Arte Nuevo, de la calle Segovia, a las doce de esa misma noche. A las diez y media aún no tenía claro cómo completar una rueda de acordes. Los vecinos rugían parapetados con televisión, cerveza y fútbol en la habitación de al lado. Yo trataba de escucharme. ¿Se dan cuenta de lo que pasa en una sidrería cuando solo una de las mesas alza la voz e inmediatamente todo el mundo sube el volumen? Pues, algo similar debió de pasar. Subí el volumen. Toqué más fuerte para entender lo que hacía. Dos golpes movieron la pared. Me asusté. La guitarra acústica no tenía amplificación. ¿Habrán metido gol? No presté atención. Seguí a lo mío, ellos aporreando, dejé de tocar y cesaron los golpes. Esperé unos minutos, el fútbol ya había terminado, serían las once cuando retomé el trabajo. Al rato los puñetazos hacen temblar el tabique. -¿Qué cojones pasa? - grité. Me responden cuatro capones y la televisión bramando de nuevo. Apunto los acordes en un papel y llamo un taxi para ir hasta el garito. Cada noche que tenía que repasar dudas, memorizar estructuras o acordes antes del concierto, la pared temblaba varias veces. Una de esas noches, poseído por la rabia, dejé el televisor encendido toda la noche contra la medianera del salón a la espera de una seria protesta que nunca llegó. Que soportaran la televisión sin sentirse agredidos me descolocó. El molesto era yo.

El pasado 1 de mayo un grupo de personas, vecinos todos de Gijón, realizaron una protesta en el Paseo de Begoña para pedir un marco legal que contemple su actividad. ¿Cómo es que en la Europa plural, moderna, sostenible y cultural, los músicos de una ciudad tienen que salir a la calle para exigir que la ley ampare su oficio?

Enrevesada sociedad la que anima a la gente a cumplir sus sueños para luego llenar el camino de piedras de costosa demolición. Será cuestión de costumbre.

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