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Raúl Suevos

Veda abierta para el ganadero

La prohibición de cazar lobos y otros problemas en el agro regional

Ha sido siempre difícil la vida del ganadero en Asturias. En la mayoría de los casos ni siquiera era ganadero sino labrador con algo de ganado. Caseríos donde, dependiendo de la comarca se vivía del maíz, el centeno o el trigo, incluso el mijo; las imprescindibles patatas, la huerta, los cerdos y gallinas, quizás también algunas ovejas, un par de nogales para vender sus frutos, unas viñas en Ibias para sacar unos cuartos por el par de garrafones de orujo de excedente y, en todas partes, las vacas productoras de leche y de tracción para el carro y el arado, además del ternero para vender en la feria. Con ese escueto retrato ya casi tenemos la realidad secular de la Asturias rural, la de siempre, la que ahora se nos muere.

Acaba de entrar en vigor la nueva lista de especies en régimen de protección especial en la que se incluye el lobo, y aunque las regiones norteñas, donde existe mayor población de este cánido, anuncian recurso en vía judicial, la realidad representa un añadido elemento de presión para la menguante población rural asturiana. Los precios antieconómicos de la leche en algunos casos cerraron explotaciones, en otros, los menos, impulsaron el cambio a la cabaña cárnica. La protección y crecimiento de la población osera, germen de un prometedor futuro turístico para los menos, tampoco parece haber ayudado. Ahora, finalmente, viene el lobo.

El agro asturiano parece condenado a convertirse en un páramo deshabitado. Seremos un paraíso natural, entendido esto como la visión promovida por los neo-ruralitas recién llegados a los valles asturianos, o aún peor, por los eco-urbanitas que se encuentran detrás de los programas de las modernas plataformas llamadas progresistas, todos ellos formados, o mejor adoctrinados, en las ideas o eslóganes elaborados en los documentales de La 2 o de los canales temáticos; una visión idealizada pero alejada de la realidad.

Las montañas asturianas necesitan al ganadero; ya perdimos a los vaqueiros, y con ellos una parte de la cultura asturiana, pero, sin el efecto benéfico de la cabaña ovina y bovina, el paisaje natural, naturalmente conformado por la mano del hombre asturiano a lo largo de los siglos, verá como el monte se va apoderando de todo, como ya sucede en muchas partes, con su carga explosiva de material para los incendios que, aunque este verano han sido mínimos, sin duda alguna, de la mano de ese imparable cambio climático llegarán.

Las administraciones públicas se supone que deben tener como fin mejorar la vida de los administrados y por esta vía no parece que lo vayan a lograr, al menos no con los ganaderos.

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