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Isabel Menéndez Benavente

Tormenta de ideas

Isabel Menéndez Benavente

Normalidad

Les escribo desde la más absoluta normalidad. He sentido, por fin, después de tanto, tanto tiempo, lo que significa volver a ser otra vez yo. Volver a pintar mi sonrisa de rojo, esa que hasta ahora estaba oculta como tantas otras de manera que no nos podíamos reír a gusto, ni emocionarnos viendo la emoción del otro.

Este fin de semana es muy muy especial. Me he venido artierras lusitanas, en la que han decidido que ya está bien de ocultarnos a los demás, y que ya es momento de sentirnos un poco más libres. La sensación de volver a vivir tiene que ver con recuperar esa vida que nos han hurtado, que nos ha robado la enfermedad y a veces también la ineficacia de quienes nos gobiernan. Las contradicciones y las soluciones tardías han sido el denominador común de la gestión de esta pandemia.

Y a la nueva normalidad también llegaremos tarde. Europa tira las mascarillas, dentro y fuera, como he podido comprobar en este rincón de la nación vecina, no solo en la calle, por supuesto, sino también en interiores. Esto unido a que este viaje lo he realizado con mis hermanas y sus respectivos, me ha hecho sentirme, por primera vez en mucho tiempo, maravillosamente normal.

Me ha parecido que todo ha sido una pesadilla y en este momento, aquí, rodeada de mi pequeña gran familia, me siento feliz y afortunada. Aún todos estamos con el tic de llevar la mascarilla por si acaso. Algo que me parece natural, por supuesto. No pasará nada si alguien me pide que me la ponga, aunque no sea obligatorio, pero al menos aquí, no lo es. De esta forma, la llevan aquellos que lo deseen y todos somos libres, por tanto, de decidir por nosotros mismos.

Veo que en el resto de Europa, en muchos de los países, ya no se utilizará en exteriores, al margen de las medidas de seguridad, y que en otros, como Francia o este mismo Portugal ya se puede dejar de utilizar en interiores y por tanto espero que a estas medidas tampoco lleguemos tarde, como siempre. Especialmente teniendo en cuenta la buena marcha que lleva la vacunación, un éxito sin duda del que tenemos que felicitarnos. Y es que las consecuencias de la falta de comunicación emocional, que los niños por ejemplo están sufriendo, son importantes y devastadoras para su desarrollo normal.

Los niños covid están ya presentes. Son niños privados de los estímulos necesarios para un correcto desarrollo emocional, que viven mutilados desde hace casi dos años y que acuden al colegio con mascarilla, mientras que en Francia, por ejemplo, han tenido en cuenta el perjuicio que puede ocasionarles y han permitido que se libren de ellas en aquellas zonas de baja incidencia. En fin. Sé que esto que estoy viviendo ahora mismo es un espejismo, que volveré a España y estaré nuevamente muda y ciega, sin poder comunicarme como sé que debemos hacerlo. Solo espero que a esto no lleguemos tarde. Si la incidencia sigue bajando, creo realmente que ya, de verdad, nos lo merecemos.

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