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Mar Norlander

Crítica / Música

Mar Norlander

Exquisito barroco francés con textos inconexos

El inicio de la temporada organizada por la Sociedad Filarmónica

“Voy a contaros la cosa más admirable, la más sorprendente, la más maravillosa, la más milagrosa... la más digna de envidia”, comenzaba declamando la actriz Ana Villa para dar vida a “Les Scaramouches”, el espectáculo de los hermanos Zapico en su conjunto instrumental “Forma Antiqva” con el que se inauguró la nueva temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón. Una selección de piezas enmarcadas en el barroco francés más exquisito que domina a la perfección esta formación de once componentes capitaneada por Aarón Zapico.

Musicalmente un 10, sin duda. No había una nota fuera de lugar ni un timbre que no encajara en este puzzle sonoro bien armado a base de piezas históricamente bien informadas. La formación conseguía trasladar a los espectadores a los jardines de Versalles y a la corte del rey Luis XIV, con todo su boato. Las flautas de Guillermo Peñalver y Alejandro Villar volaban con una precisión milimétrica en los difíciles y virtuosos fraseos de piezas creadas por Couperin, Lully, Corrette y Leclair. Instrumentos poco asiduos como la tiorba de Daniel Zapico o la guitarra barroca de su hermano Pablo se entrelazaban con el clave de Aarón, formando el armazón del conjunto instrumental. Si bien es cierto que la sonoridad del clave queda difusa y apenas se percibe en un escenario como el del Jovellanos sabemos que Aarón es un maestro de maestros a las teclas porque lo hemos visto en otras ocasiones con mejor acústica. Las cuerdas frotadas de Jorge Jiménez y Daniel Pinteño a los violines engarzaban puntillosamente con la viola de José Vélez, el violonchelo de Ruth Verona y el contrabajo de Jorge Muñoz. Y para marcar los tempos estaba David Mayoral que ofreció todo un despliegue de instrumentos de percusión singulares. Grandes músicos todos ellos.

En cuanto a los textos recitados que “en teoría” daban conexión a las piezas musicales ya hay más controversia. El texto terminó con la misma frase del comienzo y por medio, entre una y otra pieza, Ana Villa declamaba una selección de textos de grandes dramaturgos franceses de la época, Molière entre otros. Y esa “cosa más admirable, la más sorprendente, la más...” con la que comenzó y terminó no acabamos de adivinar cuál era. El público se afanaba por conectar una intervención con otra y darle significado a los textos escuchados en relación con las chaquetas de colores que triangulaban el escenario, las cuales terminaron unidas en una esquina a modo de bandera francesa. Quizás nos hubiera venido bien alguna explicación o quizás no la tenía y era la pretensión del personaje que da título a “Les Scaramouches”: jugar con el público. Después de todo no deja de ser un espectáculo en el que se mezcla la farsa, la sátira, la tragedia y la comedia en la noche francesa. Desde luego yo no fui capaz de apreciar conexión alguna, así que opté por desistir y disfrutar de la maravillosa sonoridad de estas obras tan representativas del barroco francés que nos ofreció “Forma Antiqva”. Eso sí, interpretadas de modo exquisito.

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