El interés de una multinacional australiana por levantar una fábrica de paneles de construcción en El Musel es otro paso en el cambio de paradigma que se está produciendo en los muelles gijoneses, sin fuegos de artificio ni anuncios grandilocuentes por parte de los actuales dirigentes portuarios, guiados por una inteligente prudencia. En los últimos meses, y a pesar de la pandemia, se han dado a conocer inversiones y planes variopintos, como un criadero de lenguados, una planta de plásticos o iniciativas ligadas al hidrógeno, pero con un denominador común: su nula dependencia del carbón. Lo que está ocurriendo, sin prisa pero sin pausa, es la mutación del puerto de reino granelero a polígono industrial a orillas del mar. Positivo porque la Zalia no acaba de arrancar, es la única forma posible de optimizar la ampliación y un buen horizonte económico para la ciudad.
