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Isabel Menéndez Benavente

Tormenta de ideas

Isabel Menéndez Benavente

Madrid: frenar los botellones

Normal. Que Madrid se ponga las pilas no me extraña nada, porque lleva haciéndolo toda la pandemia. El botellón en Madrid, como en otras muchas ciudades (incluida la nuestra) es fuente de conflictos y de algaradas que aprovechan las bandas de delincuentes para hacer de las suyas, para enfrentarse a la policía o la Guardia Civil que, también aquí en Gijón, ha tenido que intervenir en varias ocasiones. Que los adolescentes están hartos es una realidad. Algo de lo que hablaré (o escribiré) en próximos artículos porque me tienen seriamente preocupada. Que se enfrenten a lo establecido forma parte de su momento vital y es hasta necesario en ocasiones para que se reafirmen y formen su propia personalidad distinta a la de los padres.Es necesaria una crisis y una cierta rebeldía. Pero siempre sin violencia. No es justificable de ninguna manera que se reúnan a beber, transgrediendo las leyes que prohíben hacerlo en la calle, y si lo hacen, al menos que tengan la decencia de no enfrentarse a quienes solo cumplen con su trabajo y con la ley. Pero es que esos enfrentamientos, esa ira, esa extrema violencia que estamos viendo en muchas ciudades españolas no se puede tolerar. Y cuando no se dispone de una legislación que entienda que no se pueden ir de rositas cuando les pillan, pues hay que buscar soluciones, como han hecho en Madrid.

Los padres de esos niños que están con 13 y 14 años de madrugada bebiendo en las calles tendrán que pagar una multa que hará que se piensen mucho el dejar al niño estar a las 4 de la mañana en la calle cuando lo que tienen que hacer es estar en casa y dormidinos. Esa multa les dolerá y será cuando actúen. Porque si hay una reincidencia, pueden intervenir los servicios sociales y actuar en consecuencia al abandono de unos niños que están fuera de casa a altas horas de la mañana. Es decir, que puede haber una retirada de la tutela, con el consiguiente internamiento del susodicho en un centro de menores. No, no se asusten. No se trata de que pillen a su hijo de 17 años con unos amigos bebiendo calimocho en un rincón a las 9 de la noche. No, no es eso, porque todos sabemos que eso sucede, aunque no nos guste porque tenemos que educarlos en la abstinencia y no lo hacemos. Sus hijos, a los que pilla la policía con la botella escondida, se asustan y no vuelven a intentarlo, porque ustedes, sus padres, les ponen firmes cuando llegan a casa. Y es que no son esos los que se enfrentan a la autoridad, no son los vándalos. Son los otros, los chicos que están en la calle cuando tenían que estar casi jugando. Y entonces alguien se tiene que hacer cargo de ellos, cuando hay una dejación de los padres en su cuidado y educación porque son en realidad eso: niños abandonados.

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