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Filippo Priore

Por libre

Filippo Priore

La cooficialidad, como les morcilles

Les juro que el mero hecho de ponerme a escribir acerca de la cooficialidad, por la que hace unos días se manifestaron en su favor en Oviedo apenas una cuarta parte aproximadamente de las personas que el sábado acudieron a El Molinón a ver al Real Sporting volver a situarse como líder, me produce la misma pereza que la que sentiría si me viera obligado a pedalear por ese inútil y fuera de razón carril bici, recientemente ubicado para ascender la subida a El Coto por General Suárez Valdés.

Al final, en una cosa estamos de acuerdo quienes claman por la cooficialidad, enarbolando banderas de Asturias (por cierto, ¿esas que se vieron con la estrella roja, pertenecen también a la “cooficialidad amable” de la que sacaba pecho nuestro Presidente tuitero?, al son de tambores y gaitas, con quienes no es que recelemos de ella, es que le tenemos más pavor que a un político con millones de euros en caja que gestionar, pero que sería incapaz de planificar su economía personal: se trata de defender unos derechos.

Porque por supuesto hubo un manifiesto (obviamente en esa lengua de laboratorio que algunos ilustrados reunidos, decidieron que era la que se hablaba desde los tiempos de Pelayo en toda Asturias), que únicamente pude entender después de vivir casi medio siglo en esta región, en los apartados que LA NUEVA ESPAÑA tuvo el detalle de traducir. Uno de ellos, contundente: “una sociedad no puede llamarse democrática cuando niega derechos a una parte de su ciudadanía”. ¿Y qué pasa, pregunto, entonces con el derecho a decidir del resto de la ciudadanía?

¿Qué pasa con quienes no queremos que a nuestros hijos les metan por la cabeza algo que para su futuro laboral, salvo que caigan en el enésimo chiringuito asturiano, les servirá lo mismo que si aprendieran Taushiro, una preciosa lengua procedente del norte de Perú y que se dice que únicamente existe una persona en grado de hablarla correctamente. Bueno, aquí se estima la friolera de más de medio millar de personas que hablan ya correctamente el asturiano. Casi nada.

Es realmente cansino el tener que seguir chocando con quienes no han logrado sino dividir a los asturianos, que mientras leen titulares preocupantes como los posibles recortes en la producción de su mayor empresa siderúrgica, la caída libre demográfica y su envejecimiento, o que regiones limítrofes recibirán cantidades considerablemente superiores de los Fondos Europeos destinados a la recuperación de la Economía, Barbón y sus secuaces siguen erre que erre con la dichosa cooficialidad. ¿No les da para más su capacidad de gestión? Diríase que se repiten más que les morcielles. Y ya se sabe que De mala sangre non pue facese bona morciella.

Pero en una cosa en su manifiesto sí que llevan razón y que curiosamente no necesitaba traducción y fueron las palabras con las que este concluía: “Por fin, llegó la hora”. Pues sí: ha llegado la hora de poner fin a tanta sinrazón. Porque puestos a recuperar lenguas, desde aquí propongo recuperar el latín. Les aseguro que con su sapiencia se llegaría muchísimo más lejos. Como mínimo hasta Roma.

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