La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Toli Morilla

Solo de trompeta

Toli Morilla

Puritanismo institucional

Sobre el disfraz de enfermera sexy

Con motivo de la celebración de esta fiesta de importación que es Halloween, tema que merece más de un estudio acerca del cosmopaletismo vigente, un grupo de trabajadoras de la sanidad pública encabezado por la directora del Consejo General de la Enfermería se ha puesto en pie de guerra, conminando a la industria del disfraz a dejar de fabricar el traje de enfermera sexy por significar una degradación de la mujer y de una noble profesión. Hasta aquí los hechos.

Ahora uno se pregunta eso del huevo y la gallina, es decir, qué fue primero la percha o el traje. O tirando de refranero, aunque la mona se vista de seda mona se queda. Un traje sexy solo lo será si quien lo viste es sexy por naturaleza y quien lo mira obtiene algún placer. Quién puede decir cuán sexy es un disfraz. Pero hablamos de una caricatura, una mascarada, de una puesta en escena para la fantasía que cada uno interpretará a su manera. Que sepamos, nadie obliga a una mujer a vestirse de enfermera sexy en una celebración libre y popular. Quizá, solo quiera decirle a alguien que sí es sí. Disfrutar con la expectación que genera su presencia o la placentera vanidad que otorga captar deseo de los demás. Pero, en general, nadie en su sano juicio cree que exista intención de ofender o hacer burla. Aunque hablando de caricaturas, la intención prohibitiva del colectivo ofendido nos recuerda a la prohibición de realizar la caricatura de Mahoma. Desconocemos si policías, bomberas o conductoras de autobús se posicionarán en contra de la versión sexy de su traje de faena. ¿Y si es un transexual o un hombre quien decide darlo todo por la patria ataviado con cofia y delantal? Pretender la prohibición del uso privado de un disfraz sería un esperpento, por lo tanto, no tiene sentido tirar en contra de los fabricantes. En el fondo, esta pataleta se nutre de un puritanismo apócrifo que, esgrimiendo el feminismo como bandera y alejándose de él, pretende sacralizar tanto el género como la profesión. Ofenderse por la existencia de un disfraz, que recuerda vagamente a la profesión aludida, hurgando en la fantasía erótica de las personas, expresa el rancio puritanismo que radica en esta protesta. Una clara intromisión en la libertad de expresión personal. La transmisión de valores igualitarios nada tiene que ver con que los mayores sigan jugando a médicos y enfermeras de forma imaginaria, libre, popular y festiva. Cuidado con el puritanismo, venga de donde venga.

Compartir el artículo

stats