José María Ceínos nos informó en julio de 2013, desde estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA, sobre lo que significó la fábrica Visnú en la historia de Gijón. Incidimos en el tema. Todo empezó en el año 1885 cuando la gijonesa Gertrudis Baones empezó a usar lo que llamó “Agua Prodigiosa de Venus”. A Gertrudis, vía familiar, le había llegado la fórmula magistral de un agua “mágica” que mejoraba sensiblemente el cutis. Primero mejoró la piel de su propia cara, y luego la de sus familiares y vecinas. Ante el éxito obtenido y la fama que fue tomando la cosa en Gijón el hijo de Gertrudis, Constantino Fernández-San Julián Baones, en el año 1921, comercializó esa agua cosmética que “rejuvenecía el rostro” abriendo una fábrica en El Llano. En la calle Electra.
Mucho éxito tuvo el agua de tocador Visnú en toda España y en Latinoamérica; hasta el punto que la empresa abrió delegaciones en Lisboa, Madrid y en Valencia. Además elaboraba toda una serie de productos de perfumería, jabones, esmalte para uñas, lápiz de labios, cremas corporales y otros productos de belleza que “prestan lozanía al rostro femenino y corrigen los defectos de la piel”. La publicidad de Visnú estuvo muy profusamente en los cines de Gijón durante los descansos, y en los tranvías y autobuses locales, pero también en la prensa local y nacional con textos como “me dicen que no parezco la madre de mis hijas sino su hermana, y eso lo atribuyó a Visnú”. Anuncios que contaban con populares actrices de cine como reclamo.
En Gijón, patrocinó Visnú a modestos equipos de futbol, balonmano y baloncesto, y la muerte de Constantino Fernández-San Julián Baones en 1980 supuso al poco tiempo el cierre de la fábrica. “Agua Visnú ideal para el cutis. Lo rejuvenece y lo hermosea, elimina espinillas, desaparecen las arrugas prematuras y aclara la piel”, prometía la publicidad. La marca Visnú fue popularísima en España y en muchas partes del mundo, y todo empezó en Gijón. En el año 1921. En El Llano del Medio.
