Desde una óptica política, lo más grave del estrepitoso fracaso de la licitación de la obra del Hospital de Cabueñes, aunque pueda parecer mentira, no es que haya quedado desierta, dejando en evidencia al departamento de Salud encargado de escribir los papeles, sino que el Consejero aseguró que había empresas interesadas en el proyecto cuando los constructores pusieron el grito en el cielo al ver los precios. Estrictamente aquello no fue una mentira porque puede ser que alguien le engañase a él o que simplemente cambiase de opinión sobre la marcha. Pero en la gestión pública, los dirigentes son rehenes de sus palabras y lo que Pablo Fernández quiso decir es que el proceso no tendría ningún problema (esto, y no asuntos técnicos, es lo que debería explicar en sede parlamentaria y por lo que debería asumir responsabilidades). Ahora, la pelota está en el tejado del presidente regional, que ha expresado su compromiso “personal” de que el entuerto se resolverá cuanto antes. Habrá que darle ese margen de confianza.
