Los bonos para el consumo se han convertido en el primer acierto indiscutible del último pacto de la concertación social entre el gobierno local, la patronal y los sindicatos por la simple razón de que han cumplido con su filosofía inicial: incentivar las compras. Lo dicen comerciantes y libreros, que son los que están detrás del mostrador, y poco más se puede añadir sin riesgo de caer en el atrevimiento (los representantes de los hosteleros reconocen que no han alcanzado los objetivos, pero no por el diseño del plan sino por una mala promoción dentro del propio sector). Este éxito contrasta con el chasco del programa “Mi Barrio”, que no logró nada de lo que se propuso, es decir, dar soporte a familias con escasez de recursos, por su pésima articulación. Y debería ser un impulso para repetir esta experiencia en adelante, como piden con vehemencia los beneficiados. Lo antes posible.
