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Mar Norlander

Crítica / Música

Mar Norlander

La versión más comercial de Nueva Orleans

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¿Se imaginan un concierto de góspel en el Teatro Jovellanos sin cantar “Oh, happy Day”, “Amen” o “When the Saints go Marching in”? Yo no. De hecho, año tras año todas las bandas, vengan de cualquier lado del Mississippi que sea o de procedencias más lejanas, cantan una y otra vez las mismas canciones. Puede que en distinto orden y algunas con mejores arreglos que otras, pero el repertorio tiene muy poca variación. Y está bien porque se supone que es lo que el público quiere, sin embargo, ya que tenemos la oportunidad de escuchar a grandes voces negras y formaciones corales de lujo en el género ¿no sería más enriquecedor tener un poco de variedad y poder acercarnos a lo que cantan en sus templos o congregaciones más frecuentemente?

En esta ocasión abrió el festival “Spirit of New Orleans Gospel Choir”, una banda consolidada que gira por Europa año tras año con distintos componentes desde la década de los 90’. El presentador nos recordaba la dificultad de escuchar a una formación americana en estas tierras, entre otras cosas porque muchos no se quieren poner las vacunas o porque tienen miedo a volar por la pandemia. Superados todos estos inconvenientes vinieron a presentar su espectáculo “The Sounds of New Orleans” y arrancaron con un complejo tema a medio camino entre el blues y el góspel. Había dificultad para afinar con tantas modulaciones y cambios de tono, pero lo salvaron como pudieron. Y ya para el segundo tema pusieron a todo el público en pie, participando con coros, palmas y balanceos a ritmo funky. Entrega total por parte de la butaca con el aforo completo.

La preciosa balada “The Wind Beneath My Wings” escrita por Jeff Silbar y Larry Henley, fue defendida por la cantante más joven (o eso parecía) de la formación con una exhibición de malabarismos vocales muy arriesgados, brillando sobremanera en sus agudos y sobreagudos. Y después de ofrecer una versión de “Amazing Grace”, el himno más popular en los países de habla inglesa, en otra de las voces -muy potente y un arreglo interesante-, llegó el famoso “Oh Happy Day”, un tanto alargado. Si el sexto tema del concierto es este himno significa que queda poco para el final y que el resto de los temas serán de los más populares. Y así fue. El “Hallelujah” de Leonard Cohen fue defendido con mucha garra y una potente voz por una solista que, pese a que tuvo algunos desaciertos de afinación, desató los aplausos del público hasta sacarle las lágrimas de la emoción.

Seguidamente turno para una versión góspel del maravilloso “What a Wonderful World” de Louis Armstrong, cantada por una voz masculina de las que transmiten tranquilidad en graves y virtuosismo en agudos. Incluso hubo imitación del rasgado timbre del trompetista. Magnífica versión. Y para finalizar, después de una tanda de canciones navideñas, comenzando por “White Christmas”, finalizaron con “When the Saints Go Marching in” a Rhythm and Blues cañero. Solo quedaba el bis y como no podía ser de otra manera cantaron el tradicional góspel “Amén”.

Viniendo de Nueva Orleans, ciudad que simboliza el crisol de culturas y donde surgen algunos de los ritmos musicales más influyentes del mundo -jazz, blues, R&B....-, la formación no podía defraudar. Su dilatada experiencia y su manejo de los tempos consiguió la participación y la ovación del público que aplaudieron hasta enrojecer sus manos. Particularmente y ya que estamos, hubiera preferido un repertorio más autóctono de Nueva Orleans y no tan comercial desde el punto de vista europeo. Pero el público manda.

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