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Pablo Vázquez Otero

De Monzón a Piña de Campos

El prócer prosigue su periplo por tierras palentinas, entre condes y marqueses, visitando fábricas y viñas camino del Canal de Castilla

Nuestro protagonista andaba visitando en Monzón una fábrica de harina de gran fama nacional en las postrimerías del siglo XVIII, pero el caminar sigue y el objetivo claro de este trayecto, dentro del gran viaje de 1791, era conocer bien el Canal de Castilla y su infraestructura.

De Monzón a Piña de Campos

Así que tras la visita a la imponente fábrica de harina de Francisco Durango y José Ordóñez en Monzón, Jovino nos dice esto en su Diario en aquel 22 de septiembre de 1791: “Monzón es del conde de Altamira, como marqués de Poza; será como de ciento cincuenta vecinos; de Palencia, dos leguas; a la legua, siguiendo siempre los vestigios de la vía militar, está Amusco, que pertenece al marqués de Lara, las alcabalas al conde de Paredes, y las tercias también; este conde es Montealegre. En Amusco hay fábricas de bayetas, milenas y catorcenas por artistas reunidos en gremios; trabajan en blanco, y se despachan así a otros pueblos, Valladolid y Rioseco, y las consumen Asturias y Galicia, que las tiñen y prensan; todo el pueblo vive de esto; vecinos, quinientos. Monzón vive de la fruta, viñas y trigo”.

Empieza fuerte Jovellanos en sus descripciones, porque hay mucha tela a cortar en este párrafo.

Monzón, además de su harinera, vive, nos dice, de la fruta, las viñas y el trigo, y es del conde de Altamira, y aquí hay que pararse obligatoriamente ya que este conde era una de las personas más ricas de España en aquel momento, Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán.

Director del Banco de San Carlos, presidente de la Junta Central, alférez de Madrid, adelantado mayor del Reino de Granada, alguacil mayor perpetuo del Tribunal de la Inquisición de Sevilla, alguacil mayor del Tribunal y Casa de la Contratación, canciller mayor de la Audiencia de Indias, alcalde perpetuo del Palacio Real y sitio del Retiro, y si esto no basta era miembro del Consejo de Estado, caballero de la Orden del Toisón de Oro, Gran Cruz de la Orden de Carlos III, gentilhombre de la Cámara del Rey, siendo además su caballerizo mayor.

Con este informe nos hacemos una idea de la importancia que este personaje tuvo en aquel momento. Y el listado de títulos que acumuló es mucho mayor que el de los cargos citados, entre otros: conde de Altamira y marqués de Poza como menciona Jovellanos pero también fue duque de Maqueda, duque de Medina de las Torres, marqués de Astorga, duque de Sessa, duque de Sanlúcar la Mayor, marqués de Leganés, marqués de Ayamonte, marqués de Villamanrique, conde de Palamós, conde de Lodosa, conde de Saltés, conde de Vallehermoso, conde de Cantillana, conde de Monteagudo, conde de Cabra, conde de Trastámara, conde de Santa Marta etc etc.

Y como curiosidad, además que fue retratado por Goya, es que era muy bajito, por ejemplo, Lord Holland lo define como el “hombre más pequeño que había visto nunca en sociedad y más chico que alguno de los enanos que se exhiben pagando”, pero sin duda figura muy relevante de la España del momento y que Jovellanos conoció en persona porque ya en las tertulias de Campomanes ambos coincidieron, y en diferentes circunstancias vitales se fueron encontrando.

A continuación, cita la población de Amusco, apenas a 19 km de la capital palentina, y menciona la fabricación de bayetas milenas y catorcenas. Este asunto da para decir que este lugar tuvo una pujante industria textil en aquellos momentos. En la obra de Eugenio Larruga “Memorias políticas sobre los frutos, comercios, fábricas y minas de España” del año 1794 ya nos dice que en 1729 el número de telares era de 29, pero en 1747 la cifra ya había alcanzado los 31. Y se llegaron a alcanzar los 51 en el tramo final del siglo. Pujante industria textil que aglutinó gran actividad laboral. Y Larruga dice de las bayetas milenas y catorcenas lo siguiente: “las milenas se habían de fabricar con mil hilos al pié berbí, de cincuenta y cinco varas de largo en urdidura, dándoles de ancho diez cuartas y media, bien texidas y apretadas. Las lanas de que se habían de fabricar dichas bayetas debían ser de rama de vellon, o pelote avellanado el pie estambrado y cardado con cardas de emprimar, hilada a trama todo berbí. Las catorcenas debían llevar 19.400 hilos de cincuenta varas de largo en urdidura de hilaza a la rueca el pie, y la trama berbí, dándolas de ancho en el telar once quartas y de largo cuarenta y ocho varas”.

Cita Jovellanos tercias y alcabalas, que son dos fuentes de ingresos para la corona. Las tercias suponían el cobro por parte de la corona a través de las iglesias de dos novenos de los diezmos que la iglesia percibía. Pero sin duda, las alcabalas fueron los ingresos más importantes de la corona y gravaba sobre el comercio.

Da gusto viajar con Jovellanos por aquel siglo XVIII y descubrir cómo se vivía en las diferentes zonas de España que él iba visitando.

El trayecto sigue y Jovellanos nos dice esto: “seguimos a Piña, lugar antes murado, con una graciosísima torre cuadrada oriental, con cuatro torreoncillos en los ángulos, bien coronados de merlones, y alguno más pequeño en medio. Pertenece al marqués de Villena, como conde de Aguilar; aquí se hila y carda para las fábricas de Amusco; se vive de pan y vino; doscientos doce vecinos; aquí comimos. Salimos al punto, dirigiéndonos al puente de comunicación, primera obra que vimos del canal, frente a la villa; pequeño puerto para el uso de ella, y más abajo el puente-acueducto llamado de Val, que es de un ojo; por allí algunas filtraciones, que dicen no ser de importancia por estar recién echadas las aguas; a mí me ha parecido lo contrario, y provenientes de que el terreno tiene más guijo que barro; pero el trecho es corto y la filtración remediable con un revestimiento de arcilla”.

Se refiere Jovellanos en este fragmento a la localidad de Piña de Campos, a unos 24 km, siempre hacia el norte, de Palencia. Población cuyo nombre no proviene del fruto, aunque en su escudo heráldico aparezca, sino de la palabra “pinna” que es la almena de la muralla, siendo cierta la aseveración que hace Jovellanos de que antes estaba murada, de hecho, la toponimia ya nos da la pista y además se conserva una puerta con arco apuntado, que data del siglo XVI, el denominado Arco de la Plaza, que era la antigua puerta de la muralla. En la actualidad, al lado, se sitúa el Ayuntamiento. Cita también una torre y se refiere a la torre románica de la iglesia parroquial, que es la de San Miguel. Interesante construcción que data del siglo XII, aunque lo que hoy vemos es más acertado situarlo en el tramo cronológico del XIV al XVII.

También menciona Jovellanos que la localidad era propiedad del marqués de Villena como conde de Aguilar, y es cierto salvo que era también marquesado de Aguilar de Campo y no condado. En aquel momento era marqués de Villena y marqués de Aguilar, Felipe López Pacheco y de la Cueva, caballerizo mayor y montero mayor con Carlos III, coronel del Regimiento de Aragón, mariscal de Campo, teniente general de los Reales Ejércitos y caballero de la Orden del Toisón de Oro.

Como título, solo añadir que el marquesado de Villena nació en 1445 cuando el rey Juan II se lo concedió a Juan Pacheco, Maestre de la Orden de Santiago, mientras que el marquesado de Aguilar de Campoo fue concedido por los Reyes Católicos en 1485 a Garci V Fernández Manrique de Lara, canciller mayor de Castilla.

Pero sin género de duda la referencia clave de este fragmento es que nombra lo que él se disponía a conocer muy bien y de primera mano, el Canal de Castilla. Tal vez la más importante obra de ingeniería de la España de aquel momento. Gran proyecto pergeñado por el marqués de la Ensenada en el reinado de Fernando VI para crear una red fluvial de comunicación en Castilla que históricamente sufría graves problemas de aislamiento.

Pero el desarrollo de esta obra y todo lo que fue viendo Jovellanos lo desgranamos en el próximo capítulo.

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