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Toli Morilla

Solo de trompeta

Toli Morilla

Ritual de iniciación II: Magín

Mil novecientos sesenta y ocho fue un año de magnicidios que conmovieron al mundo. La Guerra Fría quemaba campos de arroz en Indochina y un gran número de ciudadanos se opuso frontalmente a la continuidad de esa y todas las guerras. La carrera espacial era imparable y los marcianos invadirían la tierra pero el hombre conquistaría el universo. Las colonias exigían libertad a gritos y a cañonazos y el progreso seguía viento en popa. En España, el llamado éxodo rural fluía hacia las regiones industrializadas y Asturias estaba en ese mapa de la emigración. Pero la movilidad no solo fue exterior. Junto a extremeños, andaluces o castellanos, los asturianos también abandonaron sus pueblos en busca de una vida mejor, en sintonía con el progreso que venía desde un secarral de Texas poblado de torres de extracción petrolífera. Lejos de la majestuosidad del Cinemascope, en Asturias se extraía carbón y el metal pesado aún podía competir con Altos Hornos de Vizcaya. El progreso y el rock’n’roll estaban en la ciudad. La televisión nos revelaba un mundo que nunca soñamos y al que, sin embargo, quisimos pertenecer de inmediato. Ese año alcanzaría el uso razón imaginando que sería como el progreso mismo, avanzando como un concurso de la televisión hacia algún lugar lleno de diversión, chicas guapas, coches y apartamentos. Terminó el verano y la escuela abrió sus puertas a nuevas matrículas entre las que había niños desplazados del ámbito rural.

Se les notaba a la legua el despiste inicial y la inocencia con que algunos se enfrentaban a su nueva condición de urbanitas. Magín era rubio, fuerte, más alto que la media. Vestía pantalón corto incluso en invierno y el primer día le tuvimos miedo debido a su envergadura. La clase de geografía era divertida; ríos, afluentes, golfos y deltas permitían realizar imaginarios viajes desde el pupitre. Viajes que, en ocasiones, eran tan reales como el borrador de tiza volando hacia tu cabeza. El turno llegó para Magín. Debía de saber, al menos, uno de los ríos más importantes de España. Se levantó, era enorme. Torció la cabeza a cada lado soltando la tensión y se puso a balbucear dos o tres sonidos indescifrables. Don Gil alzó la voz recriminando al chaval que temblaba. –¿No lo sabes?–

Con arrojo, ante el desastre que se avecinaba, respondió: ¡Sí, maestro, sí. El Piloña!

Y así conocimos el origen de Magín, exiliado rural proveniente de Anayo, localidad perteneciente al concejo de Piloña que, tras décadas de continuo progreso, ya forma parte del mapa de la Asturias vaciada.

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