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Jesús del Campo

Cuánta actualidad

De la crisis del PP a la de Ucrania

Resulta que en Madrid hubo una crisis porque alguien tiene con alguien un mal rollo fronterizo con la envidia. ¿Noticia? Curioso. Cuando los políticos meten la pata, es como si el mundo fuera un parque temático repleto de virtudes, una asamblea de justos que se escandalizan ante el vicio. Sorprende que la envidia sea noticia en España, donde tiene curso legal. Sin envidia, sin tortilla de patata, sin turismo nórdico, no se nos entiende. Sin un cierto gusto por el linchamiento atropellado, tampoco. Si Sánchez fuera amigo de Casado- hay veces en que ambos parecen topos de su respectivo adversario- le aconsejaría que no haga nada. Lo que pasa hoy se extingue pasado mañana, le diría Sánchez; lo que haces hoy desmintiendo lo que prometiste ayer ya no tendrá eco cuando el Real Madrid reciba al PSG y la gente se centre en lo que importa: ¿vendrá Mbappé, que ya habla español como un nativo? (Y mejor que muchos, ciertamente). Pues eso. En el PP miran a Feijóo como a su gran esperanza celta; no es seguro que tengan éxito. Feijóo se trabaja una vida política en clave gallega en la que hay sitio para una cierta desconfianza hacia los modos mesetarios. Los navajeos de Madrid son disuasorios. Es interesante comprobar que, por mucho que se invoque el bien colectivo, a veces se impone la pulsión personal irrefrenable de disparar contra alguien cercano; alguien en Génova sucumbió a esa pulsión. No hubo forma de pensar en el todo cuando las partes se detestan: españolísimo.

Mientras tanto, Ucrania podría ser invadida porque a alguien le apetece invadirla. No parece que Putin sea muy sensible al No a la guerra que, en algunos países, lideran los intelectuales. Lo que sí es evidente es que los vecinos de Rusia de toda la vida la miran con una desconfianza viejísima y, por si acaso, se buscan amistades que Moscú no consiente. Ahora que ya no hay internacionalismo del de antes, los rusos mantienen su nostalgia imperial. Putin añora el Muro de Berlín, a diferencia de sus antiguos inquilinos. No está del todo claro si el No a la guerra quiere decir no invadas o no te defiendas de quien te invade, pero volvemos a lo de antes: Mbappé no se pronuncia sobre su (nuestro) futuro. Bueno, o sí, pero con una prudencia que, caso de venir a España, le haría inelegible como político. En España, todo lo francés es exótico: el respeto republicano a pie de calle, también. ¿Quién dijo Sánchez que dijo decíamos ayer? Pues eso: si lees, no hagas caso de quien dice haber leído y no leyó. Tenemos un gran cine, dijo Sánchez en Valencia: opinable. Tenemos una paciencia enorme con políticos incapaces. Ah, y el que se confundió de tecla el otro día. ¿Qué me dicen de eso? Démosles las gracias, son graciosos.

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