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María Domínguez

Aprender a caminar de nuevo

El arte como terapia

La vida te sorprende, te despierta, te golpea, te para. Precisamente esto último fue lo que hizo conmigo durante más de cinco meses. La rodilla derecha fue el motivo por el que me tuve que bajar del tren. En una fría y solitaria estación, asustada y sin maleta, no me quedó otro remedio que reinventarme. Mis pasos se detuvieron y anclada e inerte en el asfalto del dolor y la desesperación, la vida me sacudió de tal manera que a día de hoy soy capaz de abrazar todos mis miedos. Podía haberme quedado sentada en un banco esperando abrigo y compasión o podía aprender a caminar de nuevo para llegar a mi destino. Llorando miré al suelo y fue cuando las vi. Ya las conocía porque en alguna ocasión me había entretenido con ellas, pero no las amaba. Esas piedras estaban esperando a que me fijara en ellas y las recogiera con delicadeza para mostrarme todo un mundo de emociones y sentimientos. Recuerdo la primera vez que nos conocimos. Fue una tarde de verano en Zamora, en un mercadillo artesanal y desde entonces, no pudimos olvidarnos. Evoqué aquellas imágenes donde los cantos rodados formaban un todo y contaban historias. Volví a enamorarme de sus formas, texturas y tamaños. Me hablaron de abrazos, ternura, cariño, respeto, amistad, amor y belleza. A penas sin darme cuenta, fueron mostrándome el camino de la recuperación física y mental.

Ellas me devolvieron a muchas personas que sentía lejos, me acercaron, aún más si cabe, a las amadas y me presentaron a otras maravillosas que me ofrecieron su bastón para continuar el camino. Aprendí de su mano a apreciar lo sencillo, lo sutil y lo hermoso. No he dejado de mirarlas agradecida y, por ellas, mis queridas piedras, estoy escribiendo (después de mucho tiempo) este artículo. En todo ser humano, por el hecho de serlo, existe una belleza interior, por debajo de la ropa, que no perece y que nadie es capaz de arrebatarte. Todos la tenemos, tan sólo hay que descubrirla. Cuando esa belleza es capaz de mover el mundo para transformarlo, entonces, solo entonces, aparece la magia. Sigo aprendiendo a caminar, pero mis manos le han robado la fuerza que le falta a mi pierna para conseguir el equilibrio. Comprender que hay un milagro detrás de cada creación, nos hace más conscientes del regalo que supone estar vivo. La agencia Vigil-Escalera Tu casa, en la calle Padilla Nº 7, nos brinda la oportunidad de descubrirlo. No hay mejor cosa que creer en uno mismo para retomar el vuelo, aunque sea en otra dirección.

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