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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

José Fernández

Falleció el dueño del Sporting

Hubo un momento en que coincidieron las obras de la T4 del aeropuerto de Barajas y Álvarez–Cascos al frente del Ministerio de Fomento. Un buen día se le ofreció visitar cómo iba la construcción. Por allí pululaban operarios y maquinaria del contratista y unas cuantas subcontratas. Algunos de los camiones llevaban el rótulo de FERPI, la empresa de movimiento de tierras del recientemente fallecido José Fernández, a la sazón también dueño del Sporting y de la tele local de Gijón. El atrabiliario ministro dio una orden al mandamás de los contratistas: si continuaban trabajando con FERPI, que se despidieran de seguir con la obra. A partir de aquel día, aunque Fernández siguió con la obra, sus camiones circularon de incógnito, sin rótulo alguno.

Fernández fue un buen relaciones públicas, un buen comercial, no es de extrañar que, como toda España pudo ver en un programa de televisión con cámara oculta, le tuviera tanta afición a los palcos de los estadios: a poco que uno fuera lo suficientemente despierto, podía encontrar negocio en ellos.

Quizás por eso, cuando el entonces alcalde de esta villa marinera, Tini Areces, le ofreció entrar en el accionariado rojiblanco no lo dudó. Y, a más, poco después compraría al Ayuntamiento las acciones que Areces no había logrado colocar. Y compra que te compra, se convirtió en accionista mayoritario para disgusto de su familia.

Él mismo tuvo oportunidad de arrepentirse: de ser un tipo querido y respetado, manteniendo sus viejos amigos de La Calzada, aparte de los nuevos que le iba proporcionando el desarrollo de sus negocios, pasó a ser insultado y vituperado por algunos.

Fernández tenía su empresa al cincuenta por ciento con José María Pillo que, un buen día llegó contando que se retiraba y tenía la oferta de compra del empresario minero leonés Victorino Alonso. José Fernández se quedó con las acciones del Sporting y comprometerse con la devolución de la deuda del fútbol con la empresa del movimiento de tierras. Hasta con la tele gijonesa se quiso quedar Victorino. Como a su familia, tampoco a su socio “de toda la vida” le hacía mucha gracia aquello del Sporting.

Llegó un momento que tampoco al bueno de Fernández le convenció mucho lo del fútbol rojiblanco que tantos disgustos le había proporcionado y llegó a convencer a su hijo Javier que tomara las riendas de la entidad con la misión de rescatar para el patrimonio familiar lo que el club le adeudaba, cosa que se ha ido consiguiendo; salvo, claro está el importe de las acciones. Puede decirse que Fernández “sufrió” injustamente y sin merecerlo el Sporting, y con él su familia y allegados que bien le querían. Descanse en paz un buen gijonés de La Calzada y un sportinguista cabal.

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