Hace meses que en Gijón se están probando diferentes modelos de participación alternativos al actual, sustentado en los consejos de distrito, muertos en vida porque nadie cree ya en ellos. Entre estos ensayos figuran la penosa comisión para la reforma del paseo del Muro y el original proceso para elegir el plan para Fomento, que compaginó un jurado profesional con una votación popular. Y también están las asambleas que decidirán en las próximas semanas sobre la regeneración de la plaza de la República, abiertas solo a vecinos de El Coto. Ahora, se suman unas macroencuestas anunciadas para decidir sobre la Agenda Urbana 2030, ese documento ambiguo, inventado por burócratas de instituciones internacionales y que precisamente está llamado a incluir los futuros mecanismos de relación entre la Administración y el ciudadano. Es decir, con buena intención y cierta arbitrariedad, se está haciendo la casa por el tejado.
