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Filippo Priore

Por libre

Filippo Priore

Reflexiones de un belicoso pacifista

Uno de los tantos refranes que desde pequeño mi madre solía repetirme y que más me ha ayudado en esta vida, bastante complicada y dura por sí misma, es el de “dos no discuten si uno no quiere”. Desde que el supuesto homo sapiens, porque algunos a veces no es que piensen demasiado, cuánto mejor nos hubiera ido si quien dice discutir dice guerrear sin piedad contra el prójimo. Que tampoco es que pidamos lo de “haz el amor y no la guerra”. Con llevarnos o soportarnos más o menos bien todos los inquilinos de este mundo, bastaría más que de sobra. Desgraciadamente sabemos que todo lo anterior es una inocente utopía, imposible de cumplirse, cuando surgen personajes como el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, cuyo apellido ya escama.

Su personalidad ególatra, intransigente y siempre desafiante, unida a su oscuro currículum de agente de la KGB, sin esconder nunca su deseo de volver a rediseñar el vigente mapa geopolítico para restablecer una nueva gran madre Rusia. El reciente anuncio de Alemania de aumentar su presupuesto destinado a defensa y que desbancaría a Rusia de su tercer puesto actual, tras EE UU y China, como países que más invierten en este aspecto, quizás llegue un poco tarde y tampoco está claro que sea como aviso a navegantes.

Pero todo esto poco ya importa. No hacía falta sumar dos más dos para entender que el despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania, no eran unas simples y casuales maniobras militares. Pero esta Europa buenista en la que vivimos quizás quiso aplicar como táctica disuasoria el comentado refrán de mi madre, limitándose a amenazar con aplicar sanciones económicas, pero anticipando en un puente de plata a Putin en su afán de invadir un país con un ejército tan belicoso como inferior, que nunca enviarían tropas a ayudar a un país europeo que lleva años intentando entrar en la OTAN.

Suenan a chiste algunas otras sanciones conocidas contra los rusos, como su veto en el próximo certamen de Eurovisión o el cambio de sede en la final de la Champions League. En cuanto al intento de estrangulamiento de su economía, veremos cómo nos afecta a medio plazo a nuestros bolsillos. Pero no hay más cera que la que arde y sería del todo indecente y hasta cobarde abandonar al valiente pueblo ucraniano a su suerte (ahí tienen al jugador rojiblanco Kravets dispuesto a enrolarse en la contienda). Porque como en aquella canción de Billy Joel, nosotros no encendimos el fuego, pero tenemos que combatirlo. De lo contrario no duden en que este se propagará.

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