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Filippo Priore

Por libre

Filippo Priore

Subidas y bajones

Sobre la guerra en Ucrania y sus efectos en la economía española

La vida sigue, aunque sea a veces disfrazada de ramera de bajo coste; o si lo prefieren, como cantaba Freddie Mercury en su última canción con Queen, convertida en insuperable epitafio para la posteridad, “el show debe continuar”. ¡Y vaya si continúa el espectáculo! En especial el cante que están dando algunos políticos de este país, aunque esto no debería de sorprendernos cuando puede que sea en la política donde más se cumpla el tan recurrido Principio de Peter: ya saben, aquel que afirma que todo trabajador (cierto que llamar trabajador a muchos políticos sería un inmerecido halago), asciende hasta alcanzar su máximo grado de incompetencia.

En un momento de crisis económica como muchos expertos (reales, no fantasmas) vaticinaban antes incluso de que la pandemia pasara de ser uno o unos pocos casos a lo sumo, a segar la vida de casi cien mil personas, el ciudadano medio, muchos de la mal llamada clase obrera, cuando trabajo es precisamente de lo que carecen, ve impotente cómo día a día los impuestos suben, la inflación se dispara y como consecuencia, su poder adquisitivo es cada vez menor.

A este paso, mientras en el Gobierno central los supuestos socios siguen tirándose los trastos a la cabeza, a cuenta de un anunciado gasto en el presupuesto de Defensa, cuya cuantía actual en menos de quince días el Presidente, cual habilidoso trilero y ante diversos medios (por supuesto afines), ha ido cambiando sin pudor alguno, por esta nuestra villa marinera, el concejal de movilidad acabará por salirse con la suya y no nos quedará otra que dejar el coche aparcado en casa, con el precio del combustible cotizándose al alza cada día que pasa. Y es que un lleno se ha transformado en algo así como un atraco a manguera armada, si consideramos que el 45% del coste se lo llevan los impuestos.

¿Y qué les voy a contar que no sepan de la electricidad o del gas? En los hogares las camisetas térmicas debajo de los batines de algodón se han transformado en obligada moda.

Lo verdaderamente indignante de toda esta situación en la que está en juego la vida de muchas familias (estremecedor el dato de que muchos enfermos de diálisis que realizaban su terapia en casa, ante el precio de la electricidad, han decidido solicitar volver a tratarse en los hospitales), es que nos intenten hacer comulgar con ruedas de molinos tan ‘reales’ como aquellos que veía Don Quijote, culpando de todos estos males a la maldita y cobarde agresión de Putin a Ucrania. Como si antes de esta en España viviéramos en un paraíso fiscal.

En fin, que habrá que salir de esta como podamos una vez más, apretando los dientes hasta saltarnos todas las caries, pero exigiendo a cambio una bajada en los impuestos y en aquellos gastos superfluos de la Administración, que causan sonrojo e indignación.

Y por cerrar con la frase que más se repite en esta ciudad: “del Sporting, mejor ya ni hablamos”. ¡Que menudo bajón!

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