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Isabel Menéndez Benavente

Tormenta de ideas

Isabel Menéndez Benavente

Mi tregua, mi refugio

Ante las desgracias globales

Una tregua. Pararme un poco, entre tanto dolor, tanta violencia, tanta desesperación en los ojos de tanta tanta gente: la guerra, las huelgas, las riadas, la pandemia. Gente que lo está perdiendo todo, ver a cámara lenta cómo todo parece ir cada vez peor... que casi casi hemos perdido la esperanza de recobrar esa vida que teníamos hace, parece ya, millones de años. Y aquí seguimos, algunos luchando con lo que tenemos a nuestro alcance para, al menos, poder paliar un poco esa pena en tantos niños, en tantos adolescentes que también han perdido la esperanza.

Por eso, tenerlas aquí, junto a mí, aislarme de todo, centrarme en ellas, es lo único que verdaderamente me hace soñar con un futuro mejor. Ellas son hoy, ahora, mi refugio. No me queda otra. Seguir luchando para dejar a mis niñas un mundo mejor, un mundo en el que la violencia no sea la forma de comunicarnos. Por eso hablo con ella por la noche, cuando tenemos nuestro momento, y le digo lo que creo y lo que espero de ella... ella, que es tan especial, tan diferente. Y le digo entre cuento y cuento que tenemos que ser valientes y que si ve que hay alguien que abusa de otro, ella tiene que dar un paso al frente, porque sus padres y nosotros, sus abuelos, le hemos enseñado que no hay que callar ante las injusticias. Que debe ser generosa y que lo está siendo, y mucho, porque ha llegado su hermana, que ahora acapara siempre la atención, pero que ha sabido sobreponerse a esos celos que eran normales, y que ahora, un año después, se despierta para darle un beso a su hermana antes que nada. Y qué quieren, saber que ella lo ha superado me llena de orgullo, porque así sé que sus padres lo están haciendo muy muy bien.

Con ellas me siento en paz absoluta, con Paula siendo mi ayudante, mi todo y con Celia siendo mi alegría con su eterna sonrisa. Ahora que las vivo, que las disfruto en este fin de semana, que las duermo, las baño, las mimo (claro, por supuesto), las abrazo y acuco, es como si volviera a nacer, como si Dios me diera la oportunidad de volver a ser joven, a pesar de que casi no puedo agacharme por mis rodillas que ya no me aguantan demasiado, pero todos los dolores del mundo están más que justificados por la inmensa gratitud de haber podido disfrutar de ellas. Y mientras escribo esto, pienso en ellos, en los que se fueron hace 40 años. Ellos soñaban con ver y criar a sus nietos y no han podido. Se fueron cuando su primera nieta, Leticia, acababa de nacer, abrazados a su foto en el hospital. Pero sé que allí donde estén, sus nietos, y ahora sus bisnietas, saben, o eso les quiero transmitir, que siguen cuidando de ellos, como lo haré yo eternamente cuando me vaya. Recuerdo siempre las palabras de mamá cuando se iba... Siempre estaré con vosotros, siempre estaréis bajo mis alas.Por eso hoy, a pesar del estrés, del cansancio, solo puedo dar gracias a Dios por dejarme aún estar aquí. Porque ellas… ellas son mi refugio.

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