Están que braman los ayuntamientos españoles, con razón, por el sinfín de servicios ajenos a sus competencias que se ven obligados a prestar a cambio de casi nada. Detrás de esta mala costumbre se esconde, entre otras causas, el rotundo fracaso de la segunda descentralización debido a que las autonomías se han caracterizado siempre (aprovechando su papel protagonista y novedoso que la Constitución les confirió en la configuración del Estado) por ser voraces al reclamar recursos al Gobierno central, pero rácanas hasta la extenuación a la hora de cederlos al poder local. En Gijón, la situación más sangrante son las escuelas infantiles, una red cada curso más cara sin que el Principado asuma en su justa medida las responsabilidades financieras, bajo la excusa barata de que no forman parte del sistema educativo.
