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Maribel Lugilde

A pasear al “cascayu”

Debates útiles e inútiles en la peatonalización de las grandes urbes

Puede que al “cascayu” le ocurra como a la ballena del Piles. Quizás una vez sepultado por la peatonalización definitiva del Muro, acabe siendo uno de esos ecos particulares de la historia de Gijón, en forma de expresión autóctona para iniciados. “Vete a pasear al cascayu”, como el tradicional “ir a ver la ballena” dicho con el fin de dar por concluido un diálogo enojoso.

O puede que no, que sea cual sea la solución definitiva para dar prioridad al peatón en la bahía de San Lorenzo, gijonesas y gijoneses sigamos llamando “cascayu” al paseo, activando así todos los resortes de la tradición oral: trasmisión de padres a hijos y explicaciones a discreción a los foriatos.

Suceda como suceda -difícil de prever, como todo en la escritura colectiva de los sentires locales- lo cierto es que el “cascayu” tiene una página en la historia del gijonesismo y será interesante releerla con el paso de los años. Tal vez la distancia temporal nos permita apreciar con qué facilidad nos enredamos -o dejamos enredar- en debates fútiles.

Porque la mayoría no cuestiona el argumento que subyace en la decisión municipal al suprimir el tráfico en el Muro. Las grandes ciudades que admiramos -Ámsterdam, Hamburgo, Helsinki, Barcelona...- caminan en esa misma dirección: peatonalizar el corazón de sus urbes, rescatarlas del colapso, ruido y contaminación de esos automóviles que ocupan del 60% del espacio público.

Ha sido la forma de adoptar la medida, esa provisionalidad permanente con la que a veces se escriben los cambios en las fisonomías locales. El “cascayu” se justificó en la necesidad de evitar aglomeraciones en pandemia, aquellos paseos por tramos horarios en los que nos esquivábamos unos a otros. Pero la temporalidad, enseguida lo intuimos, conectaría directamente con el inicio de la remodelación definitiva de la zona.

Quizás finalmente sea así, a pesar de que una sentencia del juzgado de lo Contenciosos-Administrativo número uno de Gijón ordene la restitución del tráfico. El Ayuntamiento ha anunciado que recurrirá y seguirá avanzando en la reforma del Muro. O tal vez el tráfico se restablezca por tiempo irrisorio, yendo así a engordar la leyenda en que se va convirtiendo el tramo de la discordia.

Conste que no es paseo de mi devoción -lo dije en su momento- por la barrera visual que le separa del mar y porque, a pesar de la pintura de colores, siento que piso asfalto. Pero entiendo que el debate tiene escaso recorrido: si algún espacio de nuestra ciudad ha de ganarse a la tromba permanente del tráfico, es éste. Consensuemos la forma de hacerlo. Y quienes sigan negando la evidencia, que vayan a pasear el “cascayu”.

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