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Isabel Menéndez Benavente

Tormenta de ideas

Isabel Menéndez Benavente

66

Gracias por una vida de sueños cumplidos y otros aún sin cumplir

66. El número del diablo, virgen santa. Esos son los años que llevo vividos, que acabo de celebrar. Años que me han dado de todo, tres maravillosos hijos, dos nietas que son el motor de mi vida. Muchas muchas lágrimas, pero casi siempre superadas por risas.

Una vida llena de sueños cumplidos y algunos, afortunadamente, aún sin cumplir. Una vida de mucho trabajo, del que me voy a despedir cuando Dios quiera que esas cifras se paralicen, que espero tarde un poco. Tengo aún tantas cosas que vivir, tantas que celebrar. Quiero ver a mis hijos siendo absoluta y totalmente felices, sabiendo, como sé, por vieja, que la felicidad consiste en atrapar al vuelo cada uno de esos maravillosos momentos que te da la vida. Sus sonrisas, sus medias palabras, su primera entrada en el cole, sus primeros amigos, sus amores, sus desamores, sus “mamina te quiero”, su “tata eres la mejor abuela del mundo”.

Sueño, ríanse, lo sé, con aprender inglés, con seguir en mi maravilloso trabajo unos cuantos años más, con viajar con aquí el que lleva tantos años aguantándome, casi 48 (¡uff!), junto a mí, como invisible, pero siempre presente. No puedo dejar de soñar, lo haré cuando ya no esté aquí, cuando todo se acabe. Y me niego a vivir lo que me queda sin vivir. Por eso estos dos años que he perdido los voy a recuperar, sea como sea. Bailar, cantar… Dios santo, qué necesidad, hasta eso había olvidado.

Y sí, me duelen las rodillas, la espalda, pero nada que no se arregle en una noche con mis amigas, esas de juergas inmensas, con las que hacía dos años que no me veía. Y he comprobado que los 66 no me impiden disfrutar, bailar como una loca y cantar como si no hubiera mañana, porque, ¿saben?, he descubierto que realmente no hay mañana. Solo el hoy, el día a día.

Por eso mi vida se ha reseteado a partir de la pandemia. He decidido que lo poco que me queda lo voy a disfrutar todo lo que pueda, no vaya a ser. De la noche a la mañana tu vida se acaba. Así, sin más, y no quiero irme dejando nada sin resolver y quiero, necesito, que ellos me recuerden así, feliz, siempre sonriente, al menos en estos últimos años, sintiéndome al mirar atrás cuando sea el repaso final de mi vida, tranquila por lo que dejo atrás. Mi mejor regalo de este cumple ha sido la visita sorpresa de mi hija, que no esperaba, tener a mis nietas en mi cama despertando conmigo y sentir que dos de mis hijos están lejos, pero están. Siempre. Y él, como no.

Todos a su manera, que no siempre es la mía, porque si por mí fuera, estaría pegada a ellos día y noche. Besando, acariciando, que es una de mis horribles necesidades. Porque lo necesito para vivir, para respirar, el contacto físico, su piel con la mía. 66 años, un cuerpo que se va rindiendo y un alma joven que no le deja rendirse, que sigue soñando, que sigue viviendo por y para ellos. Gracias. Gracias por dejarme llegar hasta aquí. 66.

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