Cuenta la Alcaldesa en una entrevista publicada bajo estas líneas que la candidatura para que Gijón opte a ser Capital Cultural Europea en 2031 se despertará en otoño, después de varios meses durmiendo en algún cajón consistorial dentro de una carpeta casi vacía. El anuncio es tranquilizador porque, aunque pueda parecer que nueve años son una eternidad, estos procesos exigen una exhaustiva labor de análisis para detectar fortalezas que permitan elaborar un proyecto competitivo, empezando por la selección de un comité organizador solvente y heterogéneo. Y también necesitan un consenso político y social que no se alcanza a cambio de nada. La idea, lejos de ser una frivolidad en tiempos procelosos, se presenta como una oportunidad para captar inversiones privadas y engrasar mecanismos municipales oxidados.
