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JC Herrero

Chicos como tú, Elías

La muerte de un niño en Mareo

Solo las lágrimas pueden mejorar el silencio en la despedida de un niño de ocho años que falleció en accidente doméstico, Elías.

La práctica del rugbi del niño denota una idiosincrasia singular, inherente a fortaleza física, anímica también. Los primeros brazos que socorrieron al pequeñín de Mareo, tras el accidente en Gijón, fueron los de una enfermera. Pudo ser un policía, un bombero acostumbrados a lidiar en estos trances de lo liminar, de preservar la vida.

La imagen medieval de San Juan de Dios portando un niño en brazos es icónica. Rescatado de las llamas de un hospital en Granada. La enfermera que asistió a Elías replicó esa imagen. El paso de los años, la experiencia en situaciones de emergencia nos confiere el criterio suficiente como para concluir que los brazos que asisten los últimos hálitos de la persona socorrida se impregnan de la vida que deja, te acompañan a lo largo de la existencia porque se integra en el alma, mente o espíritu dependiendo que interpretación hagas, más allá de confesionalidades.

¿Quién se pone en lugar de los niños que acompañaban a Elías jugando?

¿Qué cielo les referimos, cuando toda la glosa luctuosa refiere el preceptivo “subió al cielo a los ocho años”?

Hay una virtualidad aun por describir por la mayoría de ciencias y es la aprehensión deíctica, juego cognitivo de la pragmática que nos hace interiorizar a la persona ausente, formará parte de nuestro ser el resto de la vida, sin ser corporal sigue estando con nosotros. Él es yo, así de simple.

¿Alguien cuestiona que una madre no sigue presente tras verla expirar, aun habiendo pasado decenas de años?

¿Por qué el laberinto mental dispara nuestras emociones al escuchar la canción que gustaba a Elías, la del grupo Maroon 5, “Chicas como tú”?

El ejercicio de quienes compartimos el dolor con la familia de Elías converge en esa aprehensión que hemos interiorizado, él se queda con sus seres amados.

Esa inescrutable racionalidad es la que debe acompañarnos siempre. Lo decimos por experiencia, la ausencia de nuestros seres queridos nos exige esa portabilidad existencial que debemos trabajar al asistir al duelo familiar.

Un chico como tú, Elías. Un chico irrepetible.

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