Las chimeneas fabriles fueron la “línea del cielo” de Gijón. Las zonas de El Natahoyo, La Calzada y El Cerillero, vistas desde el mar, representaban esa “skyline” local con varias chimeneas enormes, humeantes, símbolo de la industrialización gijonesa desde finales del siglo antepasado. Naturalmente hubo más chimeneas en otros barrios como El Llano y otras estaban en lo que hoy es el mismo centro urbano.
Un legendario nadador gijonés, Fernando Rodríguez Sánchez “Panchano” que falleció en 1968, nadó varias veces desde Gijón a El Musel que son 3.800 metros. En una entrevista comentaba que una manera de controlar el recorrido era contar las chimeneas que veía a su izquierda cuando sacaba la boca para respirar. Así se guiaba, y las chimeneas eran más de una docena. Unas cuantas de ellas pertenecientes a la fábrica siderúrgica Moreda y Gijón a las que de alguna manera recuerda la obra “Torre de la Memoria” de Francisco Fresno que desde el año 2000 vemos en el Parque de Moreda. Prisma de 16 metros de alto esa escultura honra a las antiguas chimeneas que allí se levantaban.
En Gijón, en ese proceso que llevó de las chimeneas a los ordenadores, no se tuvo mucho respeto por el patrimonio y la memoria industrial de la ciudad. En la actualidad, en lo que se llama centro urbano, se conservan solamente tres chimeneas: la de la nave Cristasa, la de Poniente y la de Cerámica Gijonesa.
De la primera década del siglo XX data la nave que primero fue ocupada por la sociedad J. Ramírez y Compañía que fabricaba vidrio hueco, y donde en 1947 se instaló Cristasa para hacer vidrio plano y hueco. También queda en pie la chimenea (1874) de la empresa maderera de Demetrio Fernández Castrillón, en la playa de Poniente, y entre El Sucu y Viesques la de Cerámica Gijonesa Álvarez y Menéndez (1901), de doce metros de altura, que se conservó tras derribarse las restantes partes de la fábrica en mayo de 2014. Sumamos otra chimenea: de poca altura y planta cuadrada muy cerca de la de Poniente y el Acuario.
