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José María Ruilópez

Se hunde el ordeno y mando

La resistencia de la asociación Stop Muro ha conseguido lo que la lógica natural de las cosas venía apuntando desde hace tiempo. Todavía el concejal de Movilidad, Martín el empecinado, anda trileando con otras instancias judiciales, y no se acaba de bajar de la potranca. Ahora deja caer su venganza en las fachadas, que si van a ser así o asá, como si esto fuera Benidorm, y la ciudad estuviera del revés y le diera el sol desde el Mediterráneo, cuando aquí estamos frente al Cantábrico, con un nordestón (que dicen los playos), que ni en pleno verano se puede soportar sin una rebequita, como afirma una vecina del barrio de La Arena.

La oposición debe estar encantada, aunque calla demasiado, con este concejal verdadero torpedo en la mismísima línea de flotación del PSOE para las próximas elecciones municipales. El susodicho recibió tanto poder que se le saltaron los ojos como a Mortadelo el de Ibáñez viéndose con las manos llenas de dinero y sin saber qué hacer con él. Y para no perder la ocasión lo desparramó sobre el Muro, lo tiró en la calle General Suárez Valdés con un carril bici con una pendiente del 10 por ciento propia para el exciclista Alberto Contador en su mejor momento y despojó de coches la avenida del Molinón porque le parecía pequeño el Parque de Isabel La Católica.

Como quiera que siempre hay algún babeante que hociquea en el pesebre público pensó que toda la ciudadanía, además de las leyes, estaban en su zurrón para llevar en él lo que le diera la gana. La naturalidad del servicio al contribuyente clamaba por facilitar la circulación hacia La Escalerona, que ahora es de obligado cumplimiento. Y lo que debiera aprovechar también es para dejar el carril bici donde estaba antes, es decir, en la franja verde que ahora está limitando con el “cascayu”. ¿O van a dejar este espacio para que los peatones caminen paralelos y tan próximos a los coches? ¿Tiene eso algún sentido?

No son los colectivos vecinales los que están en desacuerdo con la obra del Muro (como se insinúa), más bien al contrario. De hecho fue el empuje de la gente quien consiguió este cambio. Y no se cita al colectivo de taxistas y sus clientes, a las ambulancias, a la policía, a los que regresan del fútbol, todos ellos en dirección al centro de la ciudad para distribuirse por sus domicilios, obligados a peregrinar por la avenida de la Costa, e, incluso, por la calle Cienfuegos; y que ahora van a estar encantados con el cambio.

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