La Feria del Libro de Gijón, que estos días atrae a miles de visitantes en su doble ubicación del paseo de Begoña y la calle Tomás y Valiente (al margen de los actos que se celebran en espacios interiores), ha demostrado en sus seis años de trayectoria tres fortalezas que invitan a pensar en su consolidación definitiva como una cita cultural ineludible para la ciudad y que la convertirán en un referente de las letras para todo el norte de España si desde el Ayuntamiento se sigue trabajando como en las últimas ediciones: con apoyo y sin intromisión. En primer lugar, el certamen cuenta con un rotundo respaldo de los sectores implicados (ellos lo impulsaron) que ha posibilitado un crecimiento constante de participantes hasta alcanzar el récord de este 2022, con 63 expositores (entre editoriales, librerías e instituciones), 57 stands y 90 autores, muchos de ellos de fuera de Asturias. Además, el público responde a la llamada, no solo como mero observador, sino también con compras. Y, por último, el evento ha logrado un consenso político y social casi único en una ciudad acostumbrada a las polémicas cada vez que se corta una cinta inaugural.

Gracias a estos sólidos pilares, la Feria del Libro logró esquivar las cancelaciones que sufrió la inmensa mayoría de las actividades culturales en los tiempos más duros de la pandemia. Una razón más que suficiente para que sus organizadores miren al horizonte sin miedos, aunque tratando de evitar la muerte por éxito. Para ello, ante el constante crecimiento de la cita, sería recomendable que fijaran cuanto antes unos límites tangibles e intangibles. Es decir, que aclaren hasta dónde quieren llegar tanto en lo relativo al espacio físico como al volumen y nivel de los participantes de fuera de la región (se da por hecho que todos los grandes autores asturianos tienen un hueco asegurado). También convendría que sometieran a análisis las fechas escogidas porque junio tiene sus pros y sus contras. Por una parte, los días son más duraderos y la buena meteorología es más probable. Pero por otra, la proximidad de la Semana Negra, el otro gran referente literario gijonés, puede provocar que algunos primeros espadas repitan visita a la ciudad en apenas quince días o que uno y otro evento acaben por competir de manera involuntaria.

Dicho esto, la juventud de la Feria del Libro de Gijón, el dinamismo que ha demostrado en tan poco tiempo y el enorme respaldo obtenido por parte de los lectores son motivos de alegría para cualquier amante de la literatura y argumentos que refutan a los agoreros empeñados en fijar el final del papel. Este sorpresivo florecimiento debe verse respaldado a nivel institucional. No solo de viva voz, sino también negro sobre blanco cuando haya que repartir los dineros.