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JC Herrero

San Pedro se la bendiga

Laicismo, de Cádiz a Gijón

Si sigue uno la ruta de la Plata con sus casimil kilómetros, la distancia más corta es una línea recta que separa al alcalde gaditano, “Kichi”, de la primera edil gijonesa, doña Ana González, ya el trato denota cierta diferencia.

Mientras uno sale airoso de un contencioso por concederle la medalla de oro a la Virgen del Rosario, la alcaldesa gijonesa aguarda el reglamento de abstención confesional, escenificado en la no comparecencia a la última bendición de la bahía de San Lorenzo, por San Pedro.

La Ruta de la Plata define meridianamente el concepto de “Civilización”, en el sentido sur-norte, de Cádiz a Gijón. Incluimos Huelva por influencia, de ahí partió la “civilización” del nuevo mundo, les consideraron “salvajes”, muy mal.

Cádiz, es el referente de occidente, non plus ultra del imperio romano. La civilización, vista así, asciende cronológicamente hacia arriba, a Gijón.

En Gijón somos más de cultura y menos de civilización, esto lo explica Adán Kuper cribando la antropología social europea, Alemania versus Francia.

El enciclopedista Diderot, con su novela “Jacques el fatalista”, argumenta evitemos espectáculos judicializados. Los parisinos acudían a presenciar, en la plaza la liberación, ejecuciones para activar el chismorreo, el “qué me dices”.

Denis Diderot, más civilizado que cultural, invita a que se acabe con el lamentable espectáculo del cadalso: “Dad al bulevar una fiesta divertida y verá que la plaza de ejecuciones estará vacía”, civilización en su más pura esencia.

El absentismo de los ediles a actos religiosos no rebajará un ápice la cultura del culto. Entre los puntos que definen esa línea recta, se incluye el fervor y éxtasis del salto la reja que custodia a la virgen del Rocío, en Almonte ¿Quién lo iguala?.

En Asturias no hay almonteños pero si tuvimos transmontanos. La transición cultural, iniciada en el siglo XVIII, asentó el culto a la virgen de Covadonga, a cuya advocación nadie se resiste: clero, nobleza-guerreros y campesinos.

Al alcalde de Cádiz no se le cuestiona su progresía, quiso dotar a su patrona de personalidad jurídica concediéndole la medalla municipal por reglamento, la Justicia le dio la razón, en contra de la postura laicista y a favor de la discrecionalidad municipal, incluye los méritos atribuidos a la virgen del Rosario, la sentencia los recoge con detalle, de muchas pandemias libró a Gadir, a Cádiz.

Si nos queremos acercar más a la civilización y menos a la cultura, convendría dejar margen para regular la participación individual en actos religiosos cualesquiera siendo representante público. De ir bajo palio, a poder asistir a cualquier rito como creyente de tu confesión, hay un trecho.

Decía Adalberon que la ciudad de Dios es triple: unos rezan, otros luchan y otros trabajan. La civilización está en no instrumentalizar la fe, y dejar que el culto, el alma de cada quién se explaye sin ostentaciones. A quien Dios se la de….

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