Han bastado unos pocos días de festival para confirmar que Metrópoli ha entrado en otra dimensión después de la pandemia, cuando tuvo que peregrinar por varios rincones, con la plaza de toros como escenario principal. El certamen, que echó a andar con pretensiones modestas, se ha ido abriendo con el paso de los años a públicos mayoritarios hasta convertirse en la puerta grande al verano gijonés, con un cartel musical heterogéneo, pero al mismo tiempo bien ensamblado. Pero la fórmula de su éxito no se puede entender sin su capacidad de atracción más allá de los conciertos y sin su ubicación en el recinto ferial, que le aporta un halo de seguridad y comodidad. Es referente indiscutible y cada vez mayor de la iniciativa privada que engorda la programación estival de la ciudad. Sigue sin tocar techo.
