De todos los grandes proyectos pendientes que Gijón acumula sobre la mesa, la construcción de un intercambiador de autobuses urbanos e interurbanos en El Humedal, transformando todo el entorno, se ha situado de improvisto en la primera fila del debate político y social por varios motivos: la propuesta surgió hace apenas unos meses, el proceso para su ejecución es inminente, tendrá impacto en la imagen de una céntrica zona e implicará grandes cambios en la movilidad. De ahí que el informe recién enviado por el Ayuntamiento al Principado con cuatro alternativas para acometer la obra, encargado a una empresa privada y desvelado esta semana por LA NUEVA ESPAÑA, tenga notable trascendencia. Del documento, se pueden extraer varias certezas: es altamente probable que la reordenación implique la creación de una gran glorieta en pleno corazón urbano, las calles adyacentes contarán con varias paradas para el transporte público junto a una de las futuras salidas del metrotrén y habrá que descongestionar el tráfico en ellas con medidas como la habilitación de una plataforma única (calzada y aceras a un mismo nivel de altura) en algunos tramos.

Pero esta transformación, que cuenta con el apoyo de la patronal del transporte público y será sufragada con fondos europeos a instancias del Principado, deja una gran incógnita por resolver, al margen del recelo que ya han manifestado numerosos vecinos por las molestias que podría ocasionar el constante tránsito de grandes vehículos y por el cambio estético de la zona. Porque ninguna administración ha cogido aún el toro por los cuernos para explicar si la construcción del intercambiador supone renunciar o limitar a la intermodalidad de la futura estación de Moreda, pensada para la convivencia de trenes y autocares. Un interrogante que crece a medida que pasan los meses.