Aprovechar la creación de un intercambiador de autobuses en El Humedal para reordenar urbanísticamente todo el entorno, tal y como prometió ayer el concejal de Movilidad, es una salida coherente con el discurso mantenido por el gobierno local desde que comenzó el mandato. De lo contrario, esta zona corre el riesgo de convertirse en una gran barrera para los peatones entre el centro de la ciudad y Laviada, con una enorme glorieta y autobuses que van y vienen a un ritmo mayor del actual. Además, la reforma de mediados de los noventa, pretendidamente vanguardista, nunca fue del agrado mayoritario (véanse los mosaicos que hubo que retirar o las farolas tipo cerilla). La gran duda que surge es cómo diseñar un enclave "amigable" en medio de un proyecto pensado solo desde la óptica del tráfico y que avanza a marchas forzadas porque depende de fondos europeos. ¿Hay tiempo y dinero?
