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Javier Antuña

Xixón, desarrollismo y jazz

Crucial en el mestizaje del rock con otras propuestas sonoras como el folk, la electrónica o el propio jazz, la década de los sesenta del siglo XX alimentó un nuevo conglomerado sonoro que puso las bases de ciertas corrientes musicales populares que se desarrollarán en años posteriores: psicodelia, rock progresivo, jazz y folk-rock, entre otras. Por lo que se refiere a los ritmos sincopados de ascendencia afroamericana, es el periodo en el que conviven proposiciones ya clásicas como el swing o el bop junto a la irrupción/implantación de las vanguardias más o menos radicalizadas en la construcción de su discurso sónico; sin olvidarnos por supuesto de la edulcoración jazzística con su correspondiente, y considerable, "cuota de mercado".

La ciudad de Xixón no será, condicionada eso sí por el marco de la dictadura franquista y sus propias circunstancias económicas y sociales, ajena a este escenario donde el menú jazzístico oscilará entre los ingredientes más canónicos –vía principalmente las audiciones y conferencias– y las ofertas más heterodoxas –bastante amplias– de su carta musical, a través en este último caso de los directos.

Los bolos, mayormente con un acusado marchamo ecléctico, fueron pródigos en esta década en Xixón. El jazz-flamenco de Pedro Iturralde en interpretación del Ballet de Vizcaya –dentro de un extenso programa de corte clásico y folclórico– en la Casa Sindical; "la exhibición de rock y swing" de Los 4 de Napoli, The Modern Five Jazz Dancers –neoyorquinos que habían participado en el Ed Sullivan Show–, la bossa-nova de Eugenio Barada en el Acapulco; el autodenominado "Festival de Jazz" en la "boite" Saint Tropez; los Samba-Blue, con la cantante Marilda –a los que la prensa atribuía la invención de la bossa– en el Parque Gijonés; son algunos de los ejemplos que sirven para ilustrar esta amalgama de sincretismo musical en el que el jazz hacia acto de presencia, aunque solo fuera a título testimonial –puede en algunos casos más como sugestivo término que de cariz musical– en los diferentes espacios de ocio donde basculaba la juventud gijonesa.

Interés académico

Pero sin duda el más llamativo fue el de Vicente Espert –"el mago del jazz"– y su orquesta, en el Acapulco –verano de 1961– en el denominado "I Festival de Jazz", que contó además con la participación de la orquesta Karín –con Gonzalo Casielles a la trompeta– y una jam sesión "Con invitación a todos los amantes del jazz sean o no profesionales para que intervenga".

Dicho lo anterior, una muestra de que el jazz despertaba un interés ya casi podíamos decir académico o si se quiere intelectual, es decir alejado de su intrínseca asociación al baile y a la diversión como así había ocurrido en décadas precedentes, fueron las sucesivas conferencias y audiciones que se produjeron en los años sesenta en Xixón en las que se desgranaba su origen y desarrollo. En los cincuenta ya se habían organizado algunas de ellas, pero será en los sesenta cuando se celebren con un marcado impulso, si se quiere, más cultural. En la Escuela de Comercio en noviembre de 1962 se anunciaba una velada/sesión de jazz donde se podrían escuchar discos de "be-bop, scat, swing, blues, cool, hot..."; en marzo de 1969 la asociación "Les Madreñes" presentaba un "Disco-Forum de jazz". Aunque sin duda fue el Ateneo Jovellanos quien llevó a cabo una actividad más frenética a la hora de programar este tipo de actos con el jazz como su principal argumento. El 21 de diciembre de 1961 la prensa local se hacía eco de una audición de jazz –comentada por la actriz María José Esquivel– con una sugerente escenografía para mostrar "estas expresiones musicales de los negros, de concepción tan radicalmente distinta". Se sucedieron en años posteriores más conferencias, algunas netamente temáticas de cada uno de los estilos jazzísticos; e incluso tuvieron lugar actuaciones de músicos locales, caso de la del 16 de enero de 1962 con la participación de Cienfuegos "notabilísimo pianista", Pire "contrabajo de gran valor" y Rayo "un batería que llamará poderosamente la atención por su extraordinario sentido del ritmo y que ha viajado por toda Europa con éxito indiscutible".

Especulación inmobiliaria

El intenso y convulso desarrollismos urbanística que padeció Xixón en los años sesenta del pasado siglo ha dejado una imperecedera huella en su trama edilicia –con una insaciable proyección en altura en algunos de ellos– consolidando la configuración de la ciudad como una suerte de epítome de la especulación inmobiliaria sin más límites y corsés a priori que el que la propia marcha de la economía gijonesa y asturiana podía acompañar/soportar en tal proceso. El jazz fue testigo musical de tales hechos. Y además lo hizo de la misma paradójica manera con la que los acontecimientos históricos de la ciudad –conjunción de censura, represión, ultracatolicismo, capitalismo de rapiña y frenética diversión pop– se fueron desenvolviendo en tales fechas.

En lo que concierne al jazz ya más académico, lo mismo se podía asistir al María Cristina –se estrenó previamente en el Cine Club Universitario– a ver el documental sobre el Festival de Jazz de Newport "Jazz en un día de verano" (Stern/Avakian, 1959), calificado por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos "como parte del legado cultural de la nación", o a una de las innumerables –anteriormente referenciadas– "pedagógicas" audiciones que se proyectaron en estos años en el Ateneo. Además, se contaba con el condimento del gospel -mayormente denominado por entonces "espirituales" que los coros –autóctonos y alóctonos– incorporaban en su repertorio.

Por su parte, la vía jazzística más heterodoxa cuenta con suculentos titulares: en un concierto de Luis Aguilé, al que se publicitaba como "showman sudamericano", en el Acapulco junto al director musical Rafael Ibardia, éste era tildado de "concertista de jazz"; Los Sonor, Los Buenos o Lone Star –estos últimos probablemente con mayor merecimiento visto su disco de 1968– se anunciaban en la prensa de la época con el jazz como principal reclamo; sin olvidarnos de la bossa-nova –que conciertos aparte– contaba en Xixón con su correspondiente academia de baile, cómo no, la de Mariano Castro, donde los bailarines se podías especializar a su vez en Twist. No extraña pues que en 1965 una joven gijonesa respondiese al falangista diario Voluntad –en su especial de verano y dentro de un reportaje dedicado a la juventud– a la pregunta sobre que música le gustaba: "Toda la que sea moderna, como el jazz y los ritmos de ahora, como la "yenka". Inequívoca muestra de eclecticismo musical para un creciente andamiaje urbano y social no menos ecléctico a la par que, especulativo y consumista, respectivamente.

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