La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pilar Sánchez Vicente

Carmen Gómez Ojea, in memoriam

En el adiós a una maestra de escritoras

Tengo una foto en la que estoy rodeada de dos grandes mujeres que ya no nos acompañan, pero cuya huella perdurará. Primero se fue Conchita Quirós y ahora, Carmen Gómez Ojea. Yo había leído a Carmen, pero no la conocía personalmente. Corría el año 2001 y presentaba mi primera novela, "Comadres". Desconocía por completo el mundo editorial y sus entresijos, pero había dos cosas que tenía claras: si no presentabas en el Foro Abierto no eras nadie y era bueno que alguna gran autora te diera el espaldarazo.

A través de mi querida Dulce Gallego (mi madrina literaria junto con Lourdes Pérez González ) contacté con Carmen Gómez Ojea. Ella no me conocía de nada, pero aceptó en el acto. ¡Una premio Nadal! No me lo creía. Leyó la novela e hizo una presentación magnífica y memorable, poniéndome por las nubes. Tanto, que decidí seguir escribiendo, así que ya sabéis a quién se debe mi carrera de escritora.

Maestra de escritoras, contribuyó con sus obras a la genealogía del feminismo, pero nunca se dio importancia. Ella siempre decía que escribía mientras cocinaba o bajaba un jaretón, y a mí me llamaba la atención, porque pensaba que para escribir era necesario fruncir el ceño y poner cara de estreñida, como hacen los señoros escritores en las películas. Reivindicaba su vida de ama de casa, algo que yo intentaba disociar por considerarlo un menoscabo. A ella no le daba vergüenza reconocerlo y yo no tardé en entenderlo: ellos tienen una mujer que les atiende y nosotras una casa que mantener.

"No he sido un buen padre. Ningún escritor lo es", dijo John Banville en una entrevista con el "Irish Times". Carmen me enseñó que se puede ser una buena madre y una buena escritora, que no hay que renunciar a nada. Presumía de podía tejer una historia mientras cocinaba y cuando me encuentro con el ordenador en la cocina (coser no es lo mío) siempre me acuerdo de ella.

Escribir nunca me cuesta. A mí escribir me produce una felicidad especial, no entiendo a esos escritores que dicen que esto me cuesta mucho y sufro. Yo me envuelvo en la historia, echo a andar con mis personajes y disfruto del viaje. Escribir es como beber un buen vino.

Son sus palabras que hago mías.

Compartir el artículo

stats