Gijón cierra en próximos días, con la Oktoberfest del parque Hermanos Castro y la Cometcon que se celebra en el recinto ferial "Luis Adaro", un verano de acontecimientos masivos, equiparable a los inmediatamente anteriores a la pandemia o incluso mejor que alguno de ellos en cuanto a las cifras de ocupación turística en las fechas más señaladas. Al margen de los datos oficiales, que sitúan la participación en los grandes eventos en más de dos millones de personas, la sensación es compartida por una amplia mayoría social: la ciudad ha estado a rebosar y tanto vecinos como foráneos de todas las edades han recuperado los espacios públicos en la etapa con mayor capacidad para generar actividad económica en sectores tan importantes para la economía local como la hostelería y la hotelería, al menos, en la zona Centro. Pero esta imagen global no debe impedir un análisis pormenorizado del período estival, que saca a la luz algunos retrocesos significativos o evidentes posibilidades de mejora en la oferta tanto municipal como la impulsada por el sector privado.

La Semana Grande, plato fuerte, es seguramente el ejemplo más paradigmático de lo que ha sido este verano de 2022. El espectáculo de la Noche de los Fuegos pasará a la historia como uno de los más apoteósicos que se recuerdan gracias, fundamentalmente, a dos factores: el Ayuntamiento elevó cuantiosamente el presupuesto para la exhibición (bien es cierto que tras dos años sin gastar en ella un euro debido a su cancelación por el coronavirus) y la meteorología fue muy favorable. A esta satisfacción generalizada que dejó la pirotecnia en los primeros minutos del Día de Begoña, se sumó horas después la multitudinaria implicaciones de los gijoneses en el restallón y la danza prima de San Lorenzo, dos clásicos que también estaban de regreso, como el pregón, todo un éxito a cargo del dramaturgo Maxi Rodríguez. Por contra, las principales jornadas del estío pecaron de falta de originalidad. Los conciertos en la plaza Mayor y Poniente, pensados para diferentes gustos, tuvieron tirón, pero nada sustituyó a la suprimida feria taurina, generando una sensación de vacío. La ciudad estuvo de fiestas, aunque durante demasiados momentos no se notó.

Sí contó con una gran aceptación la nueva Fiesta del Aire, conjunto de actividades creadas para complementar el Festival Aéreo, fenómeno de masas en medio de las críticas de algunos sectores políticos y sociales. La exhibición de drones en Poniente y la de aviones con pirotecnia sobre San Lorenzo se ganaron de sobra repetir el próximo año. En el otro fiel de la balanza, cabe situar el decepcionante Concurso Hípico, no por el público, que se mantuvo fiel a este clásico, sino por el brusco descenso del nivel de los participantes, algo a corregir por parte de las autoridades municipales en 2023. Por último, cabe destacar el sonoro éxito de los festivales musicales impulsados por la iniciativa privada, como Metrópoli, Tsunami y Gijón Life; y la urgente necesidad de que la Semana Negra reinvente su formato y altere su estética para rejuvenecer y seguir siendo un modelo a imitar en otras ciudades.