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Isabel Menéndez Benavente

Tormenta de ideas

Isabel Menéndez Benavente

Emma... Mini

Recuerdo a una hermana que ha dado una lección de vida

No sé cómo empezar. Ni siquiera si podré acabar esto. Me has protegido hasta el final, como siempre has hecho. Estando a mi lado, sintiéndote en cada abrazo, riéndome contigo porque siempre me arrancabas una sonrisa, una carcajada. Soy tu Sabelina. A la que tenías prohibido que nadie me dijera nada de tu lucha, esa en la que has dejado tu huella, Mini, como en todos nosotros. Una lucha en la que nunca faltó tu sentido del humor, los wasaps en los que nos moríamos de risa. Cuando dejaste de escribir, me asusté. Pero, ¿sabes?, nunca quise verlo. Y tú lo sabías. Por eso prohibiste que hablaran de tu situación, que no me dijeran nada que me supusiera dolor. Pero he crecido. Ya no tengo miedo, o al menos el que tú me habías visto a esa palabra, a esa enfermedad. La vida me ha hecho hablar de ella con cierta naturalidad, pero sí, es cierto que de ti no quería saberlo, me negaba.

Le pedía a mami que consiguiera allá arriba un milagro. A esa madre que también era la tuya, aunque no fuera biológica, y que despediste hace 40 años, junto a nosotras, como una hermana más. Una despedida que te hizo mucho mucho daño igual que a todas, porque sabíamos lo que ella significaba para ti. Quizás, Mini, de las pocas veces en las que yo te he visto llorar. Sé que tú a mí me has visto llorar un montón veces. Siempre me he refugiado en mis hermanas, en vosotras. Esa es la maravillosa herencia que me ha dejado tu tía Pamina. Esa unión que nada ha podido separar. Tú me abrazabas y, ¡hala Sabelina!, y decías algo que inevitablemente me hacía sonreír. Con una mirada ya sabías cómo estaba. Y fuiste tan tan generosa que hiciste un muro de silencio a mi alrededor para que no siguiera llorando por ti. Para que no me preocupara. Todos fueron ocultando tu evolución. Y te fuiste despacio. Preparaste la maleta y la llenaste de amor, de consejos, de paz para los que se quedaban… Ibas arreglando las cosas, sin olvidarte de nadie, cuidándonos a todos, tú que ya no podías más. Fuiste doblando en esa maleta lo que te llevabas. El inmenso amor que tenías a tu alrededor, el de él, al que te juro que no dejaremos solo, el amor de tus hermanos, de nosotras, tus otras hermanas, de tus sobrinos para quienes, sabes bien, fuiste también otra madre para todos ellos, como tú recuerdas a tu tía Pamina. Ellos, todos, te recordarán a ti. Porque como me contó uno de ellos, al final, igual que mamá a nosotras os dijo "siempre estaré con vosotros". Y lo sabemos, Mini, pero qué difícil me resulta despedirte, mi vida. Qué pena tengo de no haber podido estar contigo, qué rabia haber sido tan débil, tan vulnerable, y que me haya perdido la maravillosa lección de vida que has dado a quienes estuvieron a tu lado.

Me quedo, Mini, mucho más sola. Y me consuela pensar que estarás donde ya querías estar y que llegarás con esa maleta de amor, y recibirás todo el de los que allí te esperan con los brazos abiertos para darte miles de achuchones. Dales a papá y a mamá muchos de mi parte, porfa. Te quiero tanto tanto.

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