Se anunció como la gran cosa, con una general dosis de ilusión, la licitación del proyecto para la obra de las estaciones y el enlace con el tubo de metrotrén. Algún conspicuo advirtió a los ilusionados que miraran en el pliego el plazo de ejecución, cosa que en el anuncio nadie tuvo demasiado interés en contar, pero en menos de horas veinticuatro se supo: dos años y medio. Jarro de agua fría en la comunidad ciudadana y nueva oleada de falta de interés. Otro engaño. El Adif fue un gran especialista en torear a los ayuntamientos y diputaciones cuando no se había segregado de la Renfe; y añadió a sus especialidades a las comunidades autónomas cuando llegó el momento. Tras la segregación, no perdió sus habilidades, al contrario, afiló más las uñas: es un lugar plagado de ingenieros y abogados, que hacen una combinación terrible ante cualquier peticionario o demandante. Para llevar a cabo sus propósitos, son capaces de las mayores suavidades y sutilezas o de los tratos más bruscos y despiadados. El otro día le dieron unos sopapos dialécticos con público y fotógrafos a la alcaldesa de San Andrés del Rabanedo, municipio pegadito a León, a costa de un puente y se quedaron tan pichis. Y ahí salió la pobre alcaldesa con cara de circunstancias en la prensa leonesa y asturiana.
A Cascos, siendo ministro de la cosa, no les quedó más remedio que permitirle hacer el tubo del metrotrén, pero tras su cese, se paró la obra y ahí está el conocido como túnel de la risa, culebreando bajo la ciudad consumiendo unos nada desdeñables recursos para su mantenimiento sin utilidad alguna. Si desde las guaridas y covachas del Adif pudieron con una bestia administrativa como Cascos Fernández, imaginémonos con gestores normales, educados y que no riñen ni amenazan.
Y mientras estos inconvenientes avanzan implacables, consumiendo tiempo, los socialistas de la localidad persisten inmersos en su proceso de primarias para dirimir si nos proponen a los electores al gran Floro, que se nos presenta rodeado de gente normal, pero muy capaz, o a la burócrata Ana Puerto, que nos llega con el habitual acompañamiento socialminero y esta vez con una pequeña corte de irreductibles comadres de lengua suelta y pobres ideas: una variedad en estos comicios provocada por el auge de las redes sociales.
Los seleccionadores que se fijaron en Luis Manuel Flórez como posible candidato a la Alcaldía no saben lo bien que lo hicieron al elegirle para ser presentado ante el electorado. Los podrá haber iguales, pero no mejores: reúne la características de lo que se reclama en un candidato y este es de esos que conocen a la gente y empatiza con ella.