La inminente licitación de las obras de rehabilitación de la cúpula de la iglesia de la Universidad Laboral, según los planes que maneja la Consejería de Cultura, supondrá un paso más en el aprovechamiento y conservación del enorme complejo arquitectónico, bajo el foco político y social de manera constante por su simbolismo y por ser el "hogar" de numerosas instituciones educativas y culturales, además de un atractivo turístico de primer orden. La reforma, que desde hace años solicitan diferentes colectivos, costará finalmente medio millón de euros después de dos procesos frustrados, entre otros motivos, porque ninguna empresa quiso hacerse con la responsabilidad debido a la escasa cuantía que el Principado tenía previsto destinar. Y se hará casi en paralelo a la ocupación de un espacio ahora vacío de 1.973 metros cuadrados por parte de empresas tecnológicas. El coloso de Cabueñes vive, por lo tanto, un segundo resurgir, pese a acumular aún muchas actuaciones pendientes, mientras el plan para lanzar su candidatura a Patrimonio de la Humanidad impulsado por la Asociación de Antiguos Alumnos y respaldado por el Pleno municipal duerme el sueño de los justos en algún cajón de la Administración autonómica.

La recuperación de la cúpula de la Laboral es un asunto trascendente por dos motivos. Por un lado, responde a una necesidad cultural porque la estructura es única (se trata de la mayor construcción de mampostería de planta elíptica del mundo), es decir, un reclamo para cualquier amante de la arquitectura o de la contemplación estética. Y, por otro, su falta de mantenimiento durante los últimos años se ha convertido en un severo problema de seguridad porque no son pocas las advertencias sobre riesgos de desprendimientos o incluso derrumbe. La complejidad de la operación (más de la mitad del presupuesto se irá en la colocación de grandes andamios para que los operarios puedan alcanzar la estructura) se usó durante mucho tiempo por parte del Principado como excusa para evitar acciones de conservación. Pero semejante argumento no daba más de sí.

Pero más allá de la cúpula en sí, esta inexcusable intervención debe servir para reabrir el debate sobre la Universidad Laboral, declarada bien de interés cultural en 2016. Porque el complejo sigue sin un plan de usos que ordene todos sus espacios, especialmente los que siguen sin ocupación. Y tampoco el entorno goza de un planeamiento concreto, más allá de anuncios políticos sobre la recuperación o creación de nuevas instalaciones deportivas, sin concreción de plazos ni mucho menos presupuestaria. Tras la enorme obra realizada a principios de siglo para resucitar al edificio, con la recuperación, entre otros muchos espacios emblemáticos, del teatro, y la creación de entidades culturales singulares, toca ahora de una vez por todas mirar al horizonte para fijar objetivos claros y nítidos. Gijón necesita a la Laboral como elemento de dinamización económica y social.