La Sociedad Filarmónica abre hoy en el Jovellanos su temporada después de haber crecido y rejuvenecido gracias al exitoso empeño de la directiva de Antonio Hedrera por captar nuevos socios y de menor edad, condición sine qua non para que cualquier organización sobreviva al paso del tiempo. Son ya 114 años promocionando a los clásicos entre los gijoneses (llegó a programar conciertos incluso en medio de la Guerra Civil), a menudo, con menos ayuda institucional de la merecida y con un tesón a prueba de bomba. Su labor, que curiosamente sigue sin reconocimiento oficial con medalla de la villa en el día de San Pedro, es impagable. Porque aliviar el alma mediante la música debería ser un derecho y un deber para cualquier ser humano.
