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Mar Norlander

Crítica / Música

Mar Norlander

Un "Réquiem" personal que impresiona

Comienza la temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón con un concierto tan atractivo que rozó el lleno en el Jovellanos y congregó a numerosas personalidades del mundo de la cultura y la política de Asturias, entre ellos Adrián Barbón. La Orquesta Sinfónica y Coro Mercadante bajo la dirección de su creador Mariano Rivas, fue la responsable de ofrecer la "Misa de Réquiem en Re menor, K. 626", más conocido como el "Réquiem de Mozart", una obra que supone el testamento musical de su autor. A pesar de que Mozart no terminó la partitura en vida –siendo finalizada por su discípulo Süssmayr a petición de la viuda de Mozart–, la obra marcó un antes y un después en las composiciones de este tipo de repertorio.

Un "Réquiem" personal que impresiona

El día previo al concierto la Sociedad Filarmónica organizó una conferencia a cargo de la profesora de musicología María Sanhuesa, donde hizo un repaso por los orígenes y evolución del réquiem según la visión de distintos compositores y desgranó todas las claves para entender una partitura tan valiosa. Como dato llamativo Sanhuesa aportó que este "Réquiem" ya fue interpretado en Oviedo en la iglesia de Santa María la Real de la Corte en 1824. Nada menos.

La interpretación de la orquesta estuvo bastante bien, teniendo en cuenta que es una formación joven y de reciente creación y que quizás esa obra requería un poco más de densidad sonora. El coro estuvo sobresaliente desde el "Introito" y la dirección de Rivas, con un tempo más acelerado de lo habitual, fue comedida y controlada, ofreciendo un "Réquiem" muy personal. Después del imponente "Dies Irae" era el momento de lucimiento de los cuatro solistas en el "Tuba Mirum", destacando el bajo-barítono ucraniano Ihor Voievodin, con unas cualidades tímbricas y técnicas que llaman la atención. También la soprano Anna Kabrera posee un timbre muy bonito y estuvo fantástica en sus intervenciones. Las cuatro voces son excelentes por individual, aunque los límites entre coro y solistas quedaban excesivamente dibujados y la obra requiere más empaste, en mi opinión.

A destacar el maravilloso pasaje del "Lacrimosa", tanto por la composición (Mozart solo compuso los ocho primeros compases y el resto Sûssmayr) como por la bella interpretación del coro con una sonoridad unitaria.

Una vez finalizado el concierto y ya entre bastidores, la soprano Anna Kabrera me confesaba lo impresionada que quedó al ver a gran parte del público secarse las lágrimas continuamente. Y es que el concierto gustó tanto que los aplausos no cesaban y fue necesario repetir el "Dies Irae" como colofón para satisfacer al susodicho. Gran comienzo de temporada para la Sociedad Filarmónica de Gijón que trae una programación de primer nivel y que augura veladas extraordinarias.

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