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Javier Díaz Dapena

Ensalada electoral

Un repaso a la situación de los partidos locales ante la próxima cita en las urnas

Cuando se aproxima una visita de interés, resulta tan usual como conveniente elevar la dignidad de nuestra casa a la altura de la importancia del invitado y, si para ello hemos de realizar algún arreglo, dotarla de ornato, efectuar un barrido o, incluso, una limpieza general, debemos acometer dicha tarea a la mayor premura. Extrapolando esta máxima a la cuestión que pretendo abordar, tenemos que la llegada de los invitados a las urnas autonómicas y locales es inminente, por lo que parece razonable que procedan, con carácter previo al depósito de su sufragio, al examen del lugar en que el mismo haya de descansar durante los próximos cuatro años.

Aun resultando evidente que existen electores –bien sea por ideología, afinidad, costumbre o simple inercia– que situarán su voto en un determinado lugar con independencia del estado actual en que este se halle, la mayor parte de la ciudadanía realiza un estudio más o menos profundo y cabal del atractivo que ofrecen en cada momento las diferentes opciones de hospedaje de tan preciado bien como el de su papeleta.

Desde mi humilde punto de vista, y hablando en clave local, la perspectiva actual de los grupos políticos municipales y partidos que les dan sustento es singular y variopinta. Comenzando por el partido que todavía sujeta al equipo de gobierno, es cierto que se han esmerado en barrer una casa poco aseada, pero han decidido –"rara avis" en tales siglas– airear la suciedad de los trapos empleados, por lo que con independencia del resultado de alguna que otra interesada encuesta, ello conlleva un decidido e innegable costo que no es posible atajar en apenas seis meses, máxime cuando los ya formalmente desahuciados permanecen durante ese tiempo en el poder y aquello de "el enemigo está dentro, disparad sobre nosotros" no parece la mejor de las soluciones.

Por su parte, los actuales usufructuarios de las dependencias populares –sin duda necesitadas de una limpieza general– se esmeran en posicionarse con mayor o menor descaro (verbigracia su todavía presidencia local) buscando la cercanía y complicidad de la empresa responsable de la limpieza, sin dolerles prendas en impostar nuevas lealtades y desprenderse (con tan aparente ambigüedad como grafismo y escaso rubor) de antiguas alianzas ahora abocadas al abismo por tratarse de manzanas amortizadas y ya "mayadas". Añadir al respecto que solamente puede causar alipori la idea de rescatar dinosaurios, y más aún si se buscan en cementerios de elefantes donde residen los "cascos" de botellas hoy completamente vacías.

Existen a su vez (y no me congratula) casas que podían haber estado en buenas condiciones, pero por el mal hacer de sus propietarios y las intestinas luchas de sus usuarios, se hallan en estado de ruina, y a los "Cs" no nos gusta descansar en eternas y baldías promesas de orden y limpieza.

Debemos y "Podemos" extender la situación de convulsión interna a la vivienda situada más a la siniestra, toda vez que las cuitas autonómicas sin duda afectarán a la esfera local, en la que solamente falta que escenifiquen las sin duda ya definidas alianzas y desencuentros entre los distintos sectores que conforman la fragmentaria situación regional. Y girando al extremo diestro (o extrema diestra) –cordones sanitarios al margen– no parece que quienes ocuparan la estancia en arriendo durante estos casi cuatro años se hallen en condiciones de renovar su contrato, pues -siempre bajo mi perspectiva- no han sido diligentes en el cuidado del objeto en posesión.

Dejando a un lado (desde el mayor de los respetos) tanto la incógnita de "brañas" aún en construcción, como el verso suelto de la izquierda que solo trajo desunión –más bien unidad en su contra– a la ciudad, tenemos que solamente existe una casa limpia (más bien limpiada y barrida), como sin duda acreditará el refuerzo de su quinto Congreso, un "foro" con una gobernanta indiscutible e indiscutida y un sobresaliente primer espada que, sin descuidar su ímproba tarea de oposición, vela armas y se abraza entusiasta (con las más amplias disposición y lealtad) al destino o rol que la formación quiera otorgarle, sabedor de que por encima de los nombres se encuentran los proyectos y que en todo caso ocupará la primera línea, termine o no por portar el estandarte.

Y tan importante como ello, un equipo unido que ha sabido gobernar y hacer oposición. Las malas hierbas han sido extirpadas –con el refuerzo de la sanción judicial– y solamente quedan las migajas de sus querulantes lamentos, que aspiran (tarea fútil) a desestabilizar desde afuera lo que tanto ha costado reconstruir desde dentro.

Al final, se impone ictu oculi una reflexión: la unidad y lealtad que debe presidir toda formación política se halla íntimamente ligada a las posibilidades de aterrizaje laboral y profesional de quienes (voluntariamente, en el caso) han decidido abandonar la esfera pública. Piensen a título de ejemplo en Couto, Braña o Rubén Hidalgo (y por descontado, en Moriyón): pudieron elegir y lo han hecho y, lo que es más importante, podrán volver a hacerlo si así lo desean. Quienes carecen de tal posibilidad de destino, seguirán ensuciando sus casas desde dentro en un interminable y vicioso ciclo que solamente puede arreglar el poder de la urna.

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