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Maribel Lugilde

Campanas humanas

Premios Princesa como pretexto para sacar al flamenco de los márgenes culturales

Dice el flamencólogo Antonio Manuel en su "Arqueología de lo jondo" que el flamenco es "la dulce venganza de la música" que "alimentaba el espíritu de los desahuciados". Porque pobreza y represión no les impidió conservarlo "en sus gargantas, pies y manos", convertidos en "campanas humanas" y hoy está reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Sin embargo, contaba la bailaora María Pagés en el Centro Internacional Niemeyer, en el marco de la semana de los Premios Princesa de Asturias, que sigue constatando una incomprensible diferencia entre el reconocimiento en cosos internacionales -rememoraba la reciente ovación del muy exigente público de Salzburgo- y las resistencias que en nuestro país sigue encontrando este arte, fruto del mestizaje de culturas en la península ibérica, encarnado en el pueblo gitano y expresión indiscutible de nuestra identidad.

Un desdén acomplejado que nos empobrece culturalmente y que ojalá ayude a combatir el premio Princesa de Asturias de las Artes a María Pagés y Carmen Linares, dos mujeres que llevan el flamenco en su ADN y ante las que sólo cabe asombro. Alrededor están músicos y expertos que han sido atraídos por el campo magnético del arte jondo, como el hispanista Larbi El-Harti, esposo de María Pagés y dramaturgo de sus espectáculos, que confesaba dividir su existencia entre el antes y el después de cruzarse con el misterioso arte.

También el guitarrista Emilio Ribera, que junto al cantaor David Hernández, impartió un taller flamenco en la antigua fábrica de armas de Oviedo. Confesaba su tremendo estupor inicial ante una música de tal exigencia técnica para todos sus intérpretes.

Y en último lugar, quienes integramos el sustantivo colectivo llamado público. Ribera trató en el mencionado taller de hacernos comprender los tiempos del flamenco. Atentos, compás de doce por ocho: taratrá, taratrá, tatrá, tatrá, tatrá, en dolientes corcheas para las soleás, luminosas para las alegrías. Quién le llegara a la suela del zapato a un humilde palmero. Por algo bramaba Lola Flores "el que no sepa el compás, que no haga palmas".

María Pagés y Carmen Linares tienen una cita con el público en el teatro Jovellanos mañana martes a las siete de la tarde. En el momento de escribir estas líneas quedan todavía entradas. Agotaron en horas Martin Scorsese, Nuria Espert, Leonard Cohen o Les Luthiers. Ojalá no sea finalmente así pero si nuestras dos musas, campanas humanas, ven mañana asientos vacíos, no se perturbarán. Es la sabia resistencia de quien viene de habitar los márgenes.

Ya decía Paco de Lucía, Premio Príncipe de las Artes en 2004 que el flamenco estaba "maltratado porque era de gitanos y pobres". "No teníamos qué comer, pero siempre tuvimos la música".

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