El hallazgo de unos restos arqueológicos en una zona de la playa de San Lorenzo próxima al pedrero de San Pedro, tal y como desveló ayer LA NUEVA ESPAÑA, ha abierto un interesante debate entre los especialistas sobre su origen, coyuntura perfecta para una reflexión en torno a la gestión y conservación del legado artístico local. Todos reconocen que a simple vista es imposible certificar la antigüedad de los vestigios descubiertos en el principal arenal de la ciudad y, por lo tanto, no es factible a corto plazo determinar a qué construcción pertenecieron y, menos aún, por qué acabaron junto al mar Cantábrico. Pero no son pocos los que estiman pertinente analizarlos en profundidad, aplicando métodos académicos, para tratar de reconstruir su historia y quizá poner luz sobre las sombras de alguna etapa concreta. Frente a testimonios conformistas o que desprenden una preocupante indiferencia, los técnicos municipales (o quien ellos determinen) deben realizar el esfuerzo de investigar la media docena de sillares con ornamentación que están custodiados en un depósito de Leorio. Es obligación no menor del Ayuntamiento y de otras administraciones velar por el estudio, la reconstrucción y la difusión del pasado común.

Técnicos de Emulsa retiraron en enero del año pasado los restos después de que el historiador Héctor Blanco alertara de su presencia. Desde entonces, han estado guardados en la nave de Piti, de propiedad municipal, sin conocimiento de la inmensa mayoría de los gijoneses. En torno a ellos, solo se conocen dos aspectos: que su estado no es el mejor para facilitar una investigación debido a la erosión que han sufrido por el mar y que no hay ningún indicio que permita fijar con claridad su época ("pueden ser de origen romano o del siglo XVIII", señalan los especialistas). Su conservación corre a cargo de los gestores de los Museos Arqueológicos locales, que, pese a las dificultades, harían bien en propiciar cuanto antes un análisis riguroso porque, ante casos así, disipar las dudas es la única salida.

Para ello, será necesario hacer oídos sordos a los discursos en caliente o legos que tratan de restar importancia al descubrimiento, como si todos los días apareciesen restos de otras épocas en la ciudad. Porque, si bien es cierto que en el entorno de Cimadevilla se producen frecuentemente hallazgos de material antiguo, no es precisamente habitual que ocurra en la playa de San Lorenzo ni que las piezas tengan un tamaño relevante y muestras evidentes de decoración arquitectónica. No valen excusas que frenen una investigación. Una sociedad solo es digna si se preocupa por conocer su pasado.