Una de las mejores decisiones urbanísticas de este mandato municipal, si no la mejor, es la propuesta de reforma del planeamiento de Cimadevilla, barrio que resucitó a principios de los noventa gracias a una transformación bien meditada por los arquitectos Francisco Pol y José Luis Martín, que se ha quedado obsoleta a todas luces en esta tercera década del siglo XXI. Que el anunciado cambio vaya más allá de un mero ajuste que posibilite un hotel de cinco estrellas en la antigua sede del Puerto es un acierto inequívoco de algunos técnicos y de algunos miembros del gobierno local con altura de miras que se impusieron a otros más "conservadores", por usar un eufemismo. Pero este triunfo de la ambición se las está viendo con los tiempos de la burocracia, terco obstáculo del progreso. Urge desatascar el proceso antes de que llegue mayo.
