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Eduardo Viñuela

Crítica / Música

Eduardo Viñuela

La conjura de los vientos

El quinteto "Ventart" apuesta por la música contemporánea y los aires populares en el teatro Jovellanos en un concierto organizado por la Sociedad Filarmónica de Gijón

Original o, cuando menos, poco habitual; esa fue la impresión con la que muchos salimos del teatro Jovellanos el pasado miércoles al terminar el recital del quinteto "Ventart". Este ensamble desafía la hegemonía de la cuerda en el repertorio camerístico y se arma exclusivamente con vientos. Flauta, clarinete, fagot, trompa y oboe; cinco instrumentos con sonidos muy personales que lograron una perfecta compenetración y mostraron su versatilidad para abordar un repertorio marcado por la música contemporánea, con acertados guiños a la música popular.

La iniciativa es de los solistas de la OSPA, que llevan varios años dando a conocer obras con esta configuración instrumental. El miércoles actuaron dentro de la programación de la Sociedad Filarmónica de Gijón ante un numeroso público que recibió con entusiasmo la propuesta. El quinteto de viento de August Klughardt abrió el programa con un extenso diálogo entre instrumentos que nos permitió apreciar una sonoridad distinta, sin los colchones de notas tenidas en las cuerdas. El empaste fue certero desde los primeros compases y las incisivas melodías fueron haciendo avanzar la obra con determinación en el "Allegro". Esta pieza destacó por la agilidad de los temas y la determinación con la que sonaron en todos los números.

Con los "Three Shanties for Woodwind Quintet" del británico Malcom Arnold llegaron los primeros aires populares en forma de cantos marineros con empuje en la articulación melódica, pero plagados de cambios en su desarrollo. Disonancias efectivas, pasajes luminosos con brío, momentos de serenidad... la interpretación fue todo un crisol de recursos que los músicos desplegaron con acierto a lo largo de la obra conquistando al público; alguno incluso abandonaba el patio de butacas en la pausa silbando las melodías.

Más sobrio resultó el "Kleine Kammermusik" de Paul Hindemith, con un trabajo concienzudo para construir texturas densas con aires contrastantes. Destacó la compenetración y el juego con los tiempos en el número "Schnelle Viertel", creando un clima de expectativa que se resolvería con contundencia en el "Sehr lebhaft" que puso fin a la obra. La recta final del concierto tuvo un marcado carácter popular; primero con la "Belle Epoque en Sud-America" de Julio Medaglia, que arrancó con un tango para transitar a un número más lírico y con una melodía fluida. En el último, el clarinetista se empleó con fuerza y desplegó un virtuosismo que fue muy aplaudido por el público y por sus compañeros. La ovación fue cerrada y valió dos propinas: la primera, el famoso "Adios nonino" de Piazzola, y, para terminar, la no menos conocida "Danza aragonesa" de la suite de "Carmen" de Bizet. Un broche perfecto para un concierto diferente que resultó todo un éxito.

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