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Sariego

Nuevas epístolas a "Bilbo"

José Manuel Sariego

¿Inutilidad de los libros?

La lectura y su aprovechamiento

Si Arthur Rimbaud no supo cambiar la vida, si Robert Musil no atinó a cambiar al artista, si Carlos Marx no consiguió cambiar el mundo, ¿de qué sirven los libros?, se pregunta Rafael Chirbes en los "Diarios", publicación a la que ya nos referimos en otra misiva, como recordarás, "Bilbo". Tengo para mí, perro confidente, que el admirado autor de "En la orilla", entre otras magníficas novelas, tensa, a veces en exceso, la pulsión crítica, más en consonancia con repentinas erupciones juveniles que con la ponderación que suele proporcionar la edad. Repara, si no, en este paréntesis que incrusta a calzador en la misma secuencia de su dietario, fechada en octubre de 2000: "Qué absurdo el sexo en el matrimonio". O en esta reflexión: "La novela es, por su estructura misma, por su exigencia, propia de una cultura de minorías, de burgueses que se encierran en su cuarto (tener una habitación propia, pedía la Wolf) para leer a la luz de una vela, de un quinqué, de una bombilla: se lee en soledad, la lectura pública es una quimera, cada cual camina a su paso por un libro, no me valen los lectores en voz alta de las fábricas cubanas de puros, o esas lecturas en plazas, patios de conventos y jardines durante los festivales que tanto le gustan a la gente de la cultura de las ciudades europeas. La música de los libros no es como la de los músicos de orquesta que suena igual para todos, al mismo tiempo, matemática: en la novela es el lector quien construye la música mientras camina en el libro". Claro que ese convencimiento no le impedía prodigarse en presentaciones y lecturas públicas de sus textos porque –contradictorios que somos– una cosa es escribir, otra, editar y otra, mercar.

Advierte, "Bilbo", por contra, la ajustada opinión de Enrique del Teso, profesor de Lingüística General de la Universidad de aquí, quien, ante el intento de homicidio sufrido por Salman Rushdie, escribe que la fetua apunta intencionadamente contra "Los versos satánicos", su obra, "apunta contra el libro y la lectura, la ficción literaria que agita y hace chisporrotear mundos y vivencias". Y afirma que "no hay guerra ni imposición que no acabe con quemas de libros". Y cuenta: "El ama de D. Quijote quería rociar con agua bendita la habitación donde estaban los libros de caballerías por los encantamientos que hubieran salido de ellos. Y tenía razón. De los libros siempre salen cosas que se quedan en alguna parte. Por eso nos causan fascinación y temor".

En fin, confianzudo can, en tu discernimiento descansa la respuesta al interrogante que encabeza la epístola de hoy. En tus pezuñas dejo el dilema.

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