De un tiempo a esta parte, son bastantes las ciudades medianas que se sienten megalópolis por Navidad y adelantan el inicio del alumbrado a la mitad de noviembre, aduciendo criterios comerciales y obviando que cualquier rito humano queda desnaturalizado cuando se incumplen fechas y plazos. Por fortuna, en Gijón se mantiene la tradición de darle al interruptor con diciembre en el calendario para disfrutar un mes largo de luz en medio de la oscuridad, hasta el Día de Reyes. Este año habrá menos horas de brillo por culpa de los recortes energéticos atribuidos a Putin, pero a pie de calle se palpan más ganas gracias al enorme esfuerzo que ha hecho la empresa Germán Vizcaíno para sorprender. El espectáculo parece asegurado y todavía no ha empezado.
