Palabras con silencios

La mano en el arado

Javier Gómez Cuesta

Javier Gómez Cuesta

Desencantados por la derrota de la selección española en la Copa del Mundo, celebramos el 44.º aniversario de la Constitución Española que nos ha proporcionado el período más largo de democracia, convivencia y progreso de nuestra historia. Últimamente le han salido a la Carta Magna un montón de reformadores que a base de piqueta derriban el pacto de reconciliación que puso punto final a las dos Españas. Se acerva la polarización. Padecemos la epidemia de la posverdad con el fin de cambiar e influir en la opinión pública. Es la forma ladina de engañar. El aireado progresismo está siendo una destrucción de todo lo construido por las generaciones anteriores, una deconstrucción. Emerge la desazón y la preocupación, aunque se echa de menos una reacción más contundente en la defensa de lo que es el pilar y fundamento de una convivencia plural. Esta actitud pasiva nos hace recordar a Ortega cuando hablaba en circunstancias parecidas del "hombre masa", ese que no se exige nada, "el que no ejerce como ciudadano", apostilla Victoria Camps.

En la Iglesia tenemos también algo similar a la Constitución. Es el Evangelio, la Palabra de Dios que nos trasmite lo que Jesús quiso que fuera la Iglesia en el mundo y desempeñara la misión de establecer lo que él llamó el Reino de Dios, una forma de convivencia entre todos los hombres basada en el amor. El articulo principal es: "Amaos unos a otros como yo os he amado" (al menos con amistad social). De él se emanan los demás valores evangélicos: la fraternidad, la verdad, la justicia, la paz, el perdón, la solidaridad... Estos valores evangélicos han creado una civilización, la cristiana ya bimilenaria, donde la persona es reconocida con la mayor dignidad que ha tenido. La fe no es un sentimiento, ni una devoción particular, mantra y posverdad que interesadamente se difunde. Es un modo de vivir. El que posibilita vivir con más humanidad. Dos de los padres de la Unión Europea, De Gasperi y Schuman, están camino de los altares.

Lo expresa muy bien el evangelio de Mateo del próximo domingo: A la pregunta que deben hacerle los discípulos del Bautista, Jesús les contesta abiertamente: "Anunciad lo que estáis viendo: los ciegos ven, los cojos andan... los pobres son evangelizados..." El Evangelio, como Constitución de la Iglesia, tiene que plasmarse en esa Iglesia "en salida", en esa "iglesia hospital", en la que insiste el Papa Francisco. Es hora de bajar del balcón y poner la mano en el arado.

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