Nuevas epístolas a "Bilbo"

¿Es posible la revolución?

José Manuel Sariego

José Manuel Sariego

Táchalo de reaccionario, si quieres. Rebátelo, si puedes. Nuestro incómodo filósofo de manual, Byun-Chul Han, niega esa posibilidad, descarta cualquier conato revolucionario. Te resumo los seis razonamientos de su argumentario filtrados por el cedazo de mis entendederas.

1º) No hay amos que nos exploten, sino que nos explotamos voluntariamente a nosotros mismos. Somos amos y esclavos a la vez. Hemos robado el látigo al amo y nos azotamos, nos autoflagelamos durante la persecución de nuestra realización personal. Así, sin un amo del cotarro identificable no hay revolución que valga.

2º) Las vísperas de una revolución reclaman silencio. Ahora, en cambio, el régimen neoliberal nos aturde, nos embriaga, nos induce a mantenernos en un estado de comunicación permanente (y estridente). El dominio del capitalismo del "me gusta" no se basa en la coerción, en la prohibición, en la opresión que ejercía el del siglo XIX, sino que exhibe un poder más refinado que se plasma en el control absoluto de nuestro comportamiento mediante nuestra exposición en las redes. Sin ese silencio premonitorio no hay revolución que valga.

3º) Nos enzarzamos en linchamientos digitales, propagamos soflamas de odio, nos enojamos, nos indignamos, pero no se atisba la cólera que niega la mayor. La cólera es el único sentimiento capaz de fracturar la realidad imperante, de romper una sociedad falsa. Sin cólera no hay revolución que valga.

4º) El "smartfhone" es un objeto de devoción a lo digital (devoto significa sumiso). No solo opera como un eficaz instrumento de vigilancia, sino como un confesionario y se sabe que la confesión es una técnica de dominación. El "like" se convierte en el amén digital, en el signo de acatamiento, de sometimiento. Con un "smartfhone" vigilante no hay revolución que valga.

5º) El capitalismo neoliberal de la vigilancia no se caracteriza por reprimir las libertades, sino por explotarlas. El aturdimiento, la embriaguez comunicacional nos impide alzar la voz de la resistencia. Con tan ingente droga digital no hay revolución que valga.

6º) Hoy, nuestro comportamiento anda marcado por el miedo: a fracasar, a no responder a las expectativas, a no aguantar el ritmo, a quedar descolgados, a equivocarnos. Miedo a acontecimientos apocalípticos como la pandemia, la guerra o las catástrofes climáticas. El régimen neoliberal mete miedo para aumentar la productividad. La sociedad del miedo provoca (en Europa, sin ir más lejos) la aparición de movimientos autoritarios y sofoca todo germen de revolución. El antídoto contra el miedo es la esperanza que une, que crea comunidad, que genera solidaridad. La esperanza supone brío, impulso, empuje, es un sentimiento, una actitud militante. Con miedo y sin esperanza no hay revolución que valga.

Ladra, ladra, "Bilbo", encolerízate. Que parezca, como poco

Táchalo de reaccionario, si quieres. Rebátelo, si puedes. Nuestro incómodo filósofo de manual, Byun-Chul Han, niega esa posibilidad, descarta cualquier conato revolucionario. Te resumo los seis razonamientos de su argumentario filtrados por el cedazo de mis entendederas.

1º) No hay amos que nos exploten, sino que nos explotamos voluntariamente a nosotros mismos. Somos amos y esclavos a la vez. Hemos robado el látigo al amo y nos azotamos, nos autoflagelamos durante la persecución de nuestra realización personal. Así, sin un amo del cotarro identificable no hay revolución que valga.

2º) Las vísperas de una revolución reclaman silencio. Ahora, en cambio, el régimen neoliberal nos aturde, nos embriaga, nos induce a mantenernos en un estado de comunicación permanente (y estridente). El dominio del capitalismo del "me gusta" no se basa en la coerción, en la prohibición, en la opresión que ejercía el del siglo XIX, sino que exhibe un poder más refinado que se plasma en el control absoluto de nuestro comportamiento mediante nuestra exposición en las redes. Sin ese silencio premonitorio no hay revolución que valga.

3º) Nos enzarzamos en linchamientos digitales, propagamos soflamas de odio, nos enojamos, nos indignamos, pero no se atisba la cólera que niega la mayor. La cólera es el único sentimiento capaz de fracturar la realidad imperante, de romper una sociedad falsa. Sin cólera no hay revolución que valga.

4º) El "smartfhone" es un objeto de devoción a lo digital (devoto significa sumiso). No solo opera como un eficaz instrumento de vigilancia, sino como un confesionario y se sabe que la confesión es una técnica de dominación. El "like" se convierte en el amén digital, en el signo de acatamiento, de sometimiento. Con un "smartfhone" vigilante no hay revolución que valga.

5º) El capitalismo neoliberal de la vigilancia no se caracteriza por reprimir las libertades, sino por explotarlas. El aturdimiento, la embriaguez comunicacional nos impide alzar la voz de la resistencia. Con tan ingente droga digital no hay revolución que valga.

6º) Hoy, nuestro comportamiento anda marcado por el miedo: a fracasar, a no responder a las expectativas, a no aguantar el ritmo, a quedar descolgados, a equivocarnos. Miedo a acontecimientos apocalípticos como la pandemia, la guerra o las catástrofes climáticas. El régimen neoliberal mete miedo para aumentar la productividad. La sociedad del miedo provoca (en Europa, sin ir más lejos) la aparición de movimientos autoritarios y sofoca todo germen de revolución. El antídoto contra el miedo es la esperanza que une, que crea comunidad, que genera solidaridad. La esperanza supone brío, impulso, empuje, es un sentimiento, una actitud militante. Con miedo y sin esperanza no hay revolución que valga.

Ladra, ladra, "Bilbo", encolerízate. Que parezca, como poco

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